La vida y sus reinas

El 31 de diciembre estaba enfadado y no quise revisar si cumplí mi lista de propósitos. El FIFA me susurró con tono curativo y accedí, sin suerte, por lo que acabé descargando un juego de ajedrez. Tampoco resultó. Aceleró mi angustia y fui humillado por la máquina en catorce partidas seguidas, incompasiva.

Hoy no estoy enfadado, al menos ahora, y juego diariamente al ajedrez, venzo a la máquina con celebraciones estúpidas y de repente he aprendido. Lo hice sin querer, a través de un cristal de metro y junto a un amigo, cuando lastimamos el error de decidir nuestras vidas.

El ajedrez enseña a pensar primero en el contrario y después en ti. También enseñó a Guardiola  que para atacar tienes que distraer al rival en un lado, para herirle por el otro. El ajedrez acaba con la muerte del rey, pero el juego gravita sobre la reina. Cuando la pierden, algunos intentan resistir rodeados de peones con tesón, alfiles, bellos caballos y torres profundas, casi siempre en vano. La reina dicta la vida del ajedrez, y el ajedrez es muy parecido a la vida.


Javier Rodríguez es redactor del diario Fuencarral-El Pardo.com y estudiante de Periodismo e Historia en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.


Foto: juantiagues en Flickr (Bajo licencia CC)