El Madrid de las flores

El invierno 2015-2016 mató al Madrid de frío. Las lesiones, el mal juego y el desarraigo debilitaban a un equipo entrenado por un hombre con carnet pero sin esencia. Así, los nuestros no soportarían el gélido asomo de enero. Benítez no se atrevió ni a imponer ni a decidir, y tapó con cobardía sus propias ideas. Sabía que el equipo solo sobreviviría con Casemiro y no lo puso de titular, por miedo. Sus ruedas de prensa aceleraban los nervios, la impaciencia y dolían por la falta de glamour, no lo querían. La plantilla pedía un nuevo jefe porque Benítez nunca lo llegó a ser. Y Florentino escuchó a sus chicos, siempre más que al entrenador.

Y apareciste, Zidane. Oh, Zidane. Como un padre que coge a su hijo con todas las asignaturas suspensas y le mira, le sonríe, le calma, le vuelve a sonreir y le anima a esforzarse, con una sutileza embriagadora, con una paz divina. Lo primero que hizo ZZ fue normalizar una situación alarmante, reconocerla y tranquilizar al madridismo. Con el francés seguiría habiendo problemas, pero nunca los viviríamos con angustia, siempre con naturalidad. Volteó una dinámica lastimosa, de perdedores, y transformó al Madrid en un equipo campeón, con la luz que eso conlleva.

El Madrid de Zidane encontró su eterna primavera. Él sí apostó por Casemiro y configura una plantilla feliz, en la que ni James parece quejarse por su suplencia. Confió en Asensio y le salió estrella, se atreve a rotar y no perdió reposo durante el mercado de fichajes. Su equipo sigue sin jugar bien, pero siempre gana, porque el Madrid solo sabe jugar a ganar. Los futbolistas quieren la titularidad, la gente ruega títulos. Y todos suspiramos por que jamás cese la sonrisa de Zidane, porque sin ella ya no saldrán flores.


Fotografía: LaLiga.es