La derrota

Enero es el mes del año donde más cosas caben y más rápido pasan, como si los días fueran solo doce y se saltasen como uvas. Se agolpan los propósitos, se acaban las navidades y recuperamos la rutina, en la que conviven Barça y Madrid.

Los azulgranas iniciaron 2017 revueltos, con empate y derrota, inmersos en una trama conspiratoria que envolvía a los agentes más peligrosos del planeta: los árbitros. Piqué, de aparente inteligencia, encabezó la operación y terminó así por enterrar aquella apariencia, tan lejana, bien usada en conquistar a Shakira. Después del ruido apareció Messi, fulminando los problemas con pierna izquierda.

Por su parte, el Madrid empezó el año con un objetivo en mente: superar la racha invicta de Golden State Warriors, cambiando a la BBC por los Splash Brothers. Benzema estiró el hechizo con un gol excesivamente bello, que fue apreciado hasta por el amplio grupo de madridistas sin criterio. Ramos señaló su nombre y los sevillistas enfurecieron, al comprobar que su mayor talento vestía otra camiseta, con la que ganó dos Champions, pero no cinco Uefas. Y durante el ruido surgió Sampaoli, que jamás temió a la derrota.

Mereciendo a enero, el Madrid de Zidane ganó, empató y perdió contra el Sevilla, porque 40 era una cifra redonda y las trilogías necesitan final. En su derrota, Ramos continuó escribiendo fútbol como si fuera Historia. Nzonzi, una secuoya con raíces de tacos, minimizó a Casemiro y sirvió a los suyos la victoria. El Madrid, invencible, perdió.

Y solo a mediados de mes, los blancos vivirán un nuevo presente. Algunos dirán que este será el tiempo que mida a Zidane, que marchitó la flor, y mienten. La suerte nunca acabará, no lo entienden.


Fotografía: ABC