Si te vas

Allá por aquellos pueblos donde aún el tráfico no insonoriza la voz de las personas se suele decir que el verano tiene el poder de cambiarlo todo y no dejar nada por igual. Bien conocedor de ese dicho es ahora el Real Madrid. El período estival ha llegado en forma de huracán al club de Chamartín, a tal punto que ha colocado al equipo blanco en la obligación de sumirse en el más duro enfrentamiento que existe, el del adiós.

Tras un ciclo glorioso con cuatro Champions Leagues en cinco años, las tres últimas de ellas consecutivas, su principal baluarte, Cristiano Ronaldo, y Zinedine Zidane, el líder que desde el banquillo dirigió al Real Madrid a conquistar aquello que hasta entonces nadie había logrado, decidieron abrir la puerta de la que hasta entonces había sido su hogar y abandonar el club, su club, sumiendo a su afición en un enorme desconcierto.

Si bien es cierto que de ambas salidas pocas causas comunes se pueden extraer, sí se puede determinar que la de ambos llega en lo más alto, con el equipo en su mejor momento, y frente al riesgo de no poder mejorar lo inmejorable.

Es por ello que el dolor de las salidas queda solapado en gran modo por la incertidumbre de las mismas. Desde el madridismo se transmite un clima de comprensión, e incluso, de necesidad de cambios, pues la sombra de la bajada de rendimiento empezaba a emerger cada vez más amenazante.

El Real Madrid, poco acostumbrado a la calma y la estabilidad, sabe bien que desde la incertidumbre nace de nuevo la posibilidad de volver a crear algo grande, y es por ello que, confiado el club en su grandeza, no ha dudado en dar todas las facilidades a aquellos que han decidido no continuar en el equipo.

La máxima de “nadie por encima del escudo” se ha aplicado con los dos hombres más importantes para el madridismo en las últimas décadas, pues al final, no hay nada más importante para el madridismo que el Real Madrid.

El adiós de Cristiano ha sido, sin duda, más polémico que el de Zidane. Pues si bien al del francés le siguió un pequeño atisbo de vacío, el de Cristiano, cuya labor en el terreno de juego era motivo suficiente para dejar al madridismo con el corazón roto, ha levantado la indiferencia de buena parte del mismo por sus continuos pulsos al club.

El legado de ambos es imborrable, y sería impensable creer que no se echará de menos a aquellos que asumieron los roles de líderes para devolver al Real Madrid al lugar que le correspondía.

Decía Robe Iniesta en una de sus más célebres canciones aquello de “Si te vas, me quedo en esta calle sin salida”, sin embargo, el Real Madrid, lejos de plantearse esa opción, bien sabe que, desde el mismo momento de sus adioses comenzaba el trabajo para volver a empezar un ciclo ganador, pues al final el Real Madrid es eso, ganar, y para ello solo necesita a los madridistas.

El adiós es sumamente doloroso y deja a aquel que lo recibe en una nueva posición inicial, en el comienzo de un nuevo camino, y es sin duda, como recibes y te comportas ante ese adiós lo que va a marcar el resto del camino. El Real Madrid y el madridismo ya han decidido el comienzo de su camino, y será el tiempo el que nos dirá cÓmo será el resto del mismo.

Respecto a Cristiano y Zidane, el valor de ser agradecidos ante su adiós, de asumir su nuevo rol de leyendas del Real Madrid, y su entrada en la historia del club, y como decía Eduardo Galeano: “la historia nunca dice adiós, lo que dice siempre es un hasta luego”.

 

Fuente Imagen: Ovación Digital

Autor: Sergio Del Ama Villanueva