Loquesí y loquenó #21

Lo que me hizo feliz y lo que no de volver a bajar a la calle.

Lo que sí

El camino de siempre. Lo primero que sentí al bajar a la calle fue nada. Y eso que llevaba muchos días sin pisarla. ¿Cómo estaba todo cuando lo dejamos? Yo me sentí igual. Seguí el camino de siempre: bajar mi calle hasta llegar al número 100, a la puerta de Mata. Estos días sobre todo hemos hablado. Podríamos haberlo hecho sobre Adele, que ahora está delgadísima, o sobre cómo golpeaba Villa con las dos piernas. Pero hablamos de Ayuso, Haaland y cambiar de fase, para que nos vengan a ver.

Recuperar el olfato. Estar en casa tantos días me dejó sin olfato. No sé si pasé el virus porque me duró poco, pero no olí del todo hasta la semana pasada. Como lo echaba de menos, me puse a recordar todos los olores de mi vida. Me estaba duchando y de repente olía las patatas duquesas que me hace mi abuela, iba a la cocina y pensé en el olor de los jabones de mi tía, o en el garaje de nuestra casa de Castellar. Por suerte conservé el gusto y el buen gusto. El otro día bajé a la calle y reconocí todos los olores. El perfume de una señora pasando por la puerta de mi colegio, la cena que preparaban en aquel chalet y el viento de las 21:30, que no huele a nada, pero ya daba igual.

El secreto de correr. Lo que más mola de salir a correr es llamar por teléfono después. Como si corrieses para luego contarlo: he sobrevivido. Yo siempre voy al mismo banco para hablar por teléfono, a veces me tumbo, así me aseguro de que es mío. Lo mejor es que odio hablar por teléfono. Puede que el secreto de correr sea ese. Todo lo que hagas después te parecerá un placer.

Encontrarse. La gente dice que no quiere bajar por el barrio porque les da pereza encontrarse con todos. Yo creo que en realidad a todos nos hace ilusión encontrarnos. Ayer me encontré hasta con mi padre. A Álvaro Sánchez, a su madre Conchi. Incluso a Marce, que le veo todos los días pero lo flipo si me cruzo con él en la calle. A Helena Rubio, a Renata, a Chao. Y a todos los demás que te hace ilusión verles. Cuando empecé a ir en Metro me imaginaba que al bajar en mi estación, toda la gente que me quería estaba ahí esperando. Y esto no es igual pero se parece.

Lo que no

No saber muy bien qué hacer. Pasa lo mismo en casa que al encontrarte con la gente: no sabes muy bien qué hacer. Si chocar la mano, dar un abrazo, huir o hablar muy alejados. Hay días que pienso que estábamos más felices cuando no podíamos bajar. Si nos quitan la libertad pues que nos la quiten entera; me molesta que nos la vayan dando por partes, como si fueran premios de consolación. La cuarentena dejará secuelas. Los hijos sin colegio han visto lo que hacen sus padres todo el día.

Esa ropa. Maiki y yo coincidimos en alguna cosa. En las suficientes. Lo que más nos raya de correr y montar en bici es la ropa que llevan. Y mira que nos molan poco esos deportes. Pero a qué vienen esos trajes. Cuando corro voy a sprint si me cruzo con algún conocido y luego intento no morir cuando ya no me ven; lo últmo que llevaría serían prendas llamativas. En un Gobierno mesurado la ropa de los ciclistas estaría penada con cárcel. Desde el casco a las zapatillas, nada se libra. Pedro colega, piénsatelo mejor.