La Selección que también giró

Los españoles no cambiamos de opinión, sino que giramos, a cada rato, como si tuviésemos un volante para decidir. Y por culpa de los dichosos volantes, los españoles estamos torcidos. Sin embargo, un grupito de los nuestros se junta los veranos para nunca girar.

A estos chicos les manda un señor con bigote, y sin ser los más rápidos ni los más fuertes, juegan al fútbol mejor que nadie, con una sutileza extrema. Sienten determinación por ganar y jamás dudan, porque usan la memoria, recurso oculto para el resto de españoles. Perdieron con Georgia antes de llegar a Francia, dejaron a Isco y Saúl por el camino y muchos retorcieron sus volantes. España será humillada en su grupo ante la melena de Modric, la magia invisible de Arda Turan y la cerveza checa. Pero no. El del bigote decidió con la calma de la espuma y sus chicos respondieron con un manantial de fútbol curativo, capaz de unir a merengues y colchoneros tras una final a penaltis.

La Eurocopa avanzó y los volantes circulaban radiantes, desbordados por los giros de la felicidad. España ganará el torneo, no nos asusta la Francia de los africanos y Le Pen, ni Alemania con Toni Kroos tan bien peinado. Y así, chocamos con Croacia, justo mal vestidos y sin poder abrazar a Modric. Nos adelantó Morata, flamante recompra del Madrid y Cesc brillaba, acribillado por la crítica. Piqué sostuvo al equipo y los intocables, Busquets e Iniesta, no acertaban. La indecisión bajó al campo como una nube negra, ganábamos y seríamos primeros muy fácil. Con todo a favor y la polémica taponada, España giró. A veces jugaba bien y a veces no. La Selección estaba dudando en su juego y Ramos falló, para que el público pidiese explicaciones, con un volantazo. El equipo se contagió de españolismo y ahí apareció. Como Neil Young saliendo de una cueva con su sombrero de puto amo y su Gibson, cuando la canción ya había terminado, Perisic hizo gol cuando ya éramos primeros.