Todo sobre los caracoles

El hombre que he conocido hoy es ese tipo de persona a la que todo el mundo debería pararse a mirar, y admirar.

Amadeo también es ese tipo de persona que nada más verle ya sabes que no tiene la edad que tú crees que tiene, y por eso mismo a él no le importa decírtela.

Roza los noventa años. Noventa años y siete hijos (con la misma mujer, insistió mucho en eso). Noventa años y un restaurante en el que sirve caracoles y que tiene las paredes pintadas de rosa y llenas de fotos en blanco y negro.

Anda por el restaurante con cara de jefe amable, de dueño entregado, de persona en paz consigo misma (qué difícil es eso). Anda por su restaurante y cuando pasa a tu lado te toca el hombro (te lo toca, no te mira por encima de él), te pregunta cómo está todo sabiendo que está perfecto y si te falta algo mientras recoge el vaso vacío de cerveza y pide otra antes de que tú le digas: “sí, otra cerveza por favor”. Un minuto más tarde te la trae, y como Amadeo es un hombre que vive acelerado, la tira al suelo, rompe el vaso, se mancha la mano de espuma. Pero Amadeo también es un jefe dispuesto, un dueño que no olvida de dónde viene, una persona que sabe lo que quieres antes de pedírselo así que a la velocidad de la luz saca de su bolsillo derecho una bayeta y limpia el desastre tan rápido como sus manos llenas de manchas a causa de la edad se lo permiten.

Su restaurante no tiene sillas yo creo que por dos razones: la primera porque si las hubiese nadie querría irse de allí; y la segunda porque él quiere conocer a cuantas más personas mejor; así que cuanto menos tiempo nos quedemos, más alumnos podrán pasar por sus diminutas mesas y salir de ahí con la lección bien aprendida.

La que me tocó aprender a mí tiene que ver con el esfuerzo, con los sueños, con seguir intentándolo. Su plato estrella son los caracoles y no creo que por casualidad. Así de lento se consigue aquello que te propones, así de pesada es la carga que soportamos al andar. Aquel hombre de pelo blanco me enseñó a no tener prisa, me puso su mano en el hombro y me obligó a confiar en mí, me miró como solo mira la gente que ha sabido luchar.

Amadeo es un hombre bajito, supongo que porque hubo momentos en los que se le hacía demasiado pesado el viaje. Pero él es un hombre fuerte, él me dio solución a problemas que ni siquiera sabía que tenía, me respondió a preguntas que ni siquiera me había llegado a preguntar.

Él, en cinco minutos, me acercó el Sol que yo tanto había estado buscando, como los caracoles, que se impulsan más rápido cuando tienen luz proyectada sobre ellos.

Es que Amadeo no es solo Amadeo; Amadeo es un jefe valiente, es un dueño orgulloso, es una persona de esas que solo tienes el placer de mirar, y admirar, una vez.