Los sures del norte

Uno de los grandes debates de todo el siglo XX y lo que llevamos consumido del XXI es el del equilibrio Norte – Sur. Si hablamos de países, regiones, ciudades o barrios, los situados en el norte son considerados ricos por concentrarse en ellos las rentas más altas, las mejores calidades de construcción, los menores índices de pobreza y donde la inversión pública y privada tiene su máxima expresión. Sin embargo, cuando nos referimos al sur, hablamos de rentas mínimas, exclusión social, vivienda de baja calidad, falta de inversiones públicas o privadas.

La “norma establecida” por los poderes políticos y económicos es la potenciar el norte como foco de inversión de un “urbanismo de calidad”, con edificios emblemáticos dedicados a oficinas de empresas “líderes”, edificaciones residenciales pensadas para rentas altas, reserva del espacio público para el uso privativo de particulares, facilidades para el transporte privado, etc.

Esa misma “norma establecida” determina que en el sur hay que concentrar la industria, con el perjuicio medioambiental que ello conlleva, y las viviendas destinadas a quienes menos tienen. Las inversiones públicas son únicamente aquellas que sobran después de haber desarrollado el norte. En definitiva, el sistema determina qué se puede hacer y quienes pueden vivir en cada uno de los hemisferios económicos en función de cual sea tu lugar de residencia.

Pero existe una realidad poco conocida o no reconocida: en el norte también existe el sur. Madrid es un ejemplo de ello. Existen distritos en los que basta cruzar una calle para encontrar realidades muy distintas. En el barrio “noble” los índices de desempleo son residuales, encontramos viviendas unifamiliares con amplios jardines o bloques cerrados con servicios exclusivos para sus habitantes, grandes calles y avenidas con aceras especialmente amplias, dotaciones culturales y deportivas, centros educativos privados para la élite. En definitiva, barrio para “ricos”.

Por el contrario, en el barrio “pobre” los índices de desempleo son notablemente altos, las necesidades sociales especialmente altas, los grandes bloques de vivienda con escasos o nulos espacios de esparcimiento o viviendas de escasa calidad son la tónica habitual, las calles y aceras son estrechas con un inexistente mantenimiento, no se realizan inversiones públicas en materia social y mucho menos en equipamientos, los pocos centros de enseñanza pública son atacados por el sistema en favor de los privados y la inversión privada ni está ni se la espera.

Pero como decía antes, esta realidad pasa desapercibida, condenando al ostracismo y al olvido a una población que no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie. Que hay que equilibrar en todos los ámbitos de la ciudad y no solo en aquellos en los que primen los intereses políticos por encima de los intereses sociales.

Bienvenidas todas las inversiones en el sur de la ciudad, que lo necesitan, pero en los “sures” del norte seguimos a la espera de soluciones para nuestras necesidades, que existen, aunque algunos (la mayoría) no quiera verlas.