Los estudios, legislaciones y guías de buenas prácticas más actuales reconocen tres fuentes de exposición al amianto: el trabajo, el interior de los edificios y el ambiente.


Por María Jesús Muñoz Pardo
Arquitecta
Vocal vecina de Más Madrid en Fuencarral-El Pardo


En septiembre del pasado año hicimos una pregunta sobre el amianto al equipo de gobierno de la Junta Municipal del distrito. Como vecinas y vecinos de Fuencarral-El Pardo nos interesa conocer los datos sobre la calidad del aire que respiramos, particularmente ahora, cuando los espacios más seguros frente al COVID-19 son los espacios exteriores: las calles, los parques, etc.

Creemos que este es el momento adecuado de hacer preguntas, porque en nuestro distrito la presencia de amianto en fachadas, cubiertas, tuberías de edificios, o depósitos de agua es muy preocupante.

Un barrio en estado crítico es el Poblado Dirigido de Fuencarral, con más de 20.000 m2 de planchas de uralita/fibrocemento que tras más de 60 años a la intemperie están muy deterioradas. El viento o la lluvia favorecen el desprendimiento de las fibras de amianto que al quedar suspendidas en el aire, las inhalamos diariamente. No solo las personas residentes en el barrio, también las personas que viven o visitan los barrios de alrededor (Mirasierra, Begoña o Valverde) están en serio riesgo de inhalar micro partículas procedentes del amianto.

Los expertos apuntan a que “cada fibra está formada por miles de fibrillas, de un haz de un milímetro de amianto pueden salir unas 50.000 fibras respirables. Por su pequeño tamaño y su forma permanecen en el aire como nubes invisibles durante largos periodos de tiempo pudiendo ser transportadas por corrientes de aire hasta distancias considerables y estar presentes del orden de billones de ellas en el aire”. (CCOO)1. Además, todas estas fibras y fibrillas son indestructibles. 2

También las personas usuarias del Hospital Ramón y Cajal están muy expuestas, no solo porque el conjunto hospitalario está situado enfrente del Poblado Dirigido, también por su proximidad con la fábrica de CLESA, que con sus 16.000 m2 de edificación, es otra fuente de emisión de fibras de amianto a la atmósfera del distrito.

Ese mineral, repartido en tres mil productos, principalmente derivados de fibrocemento (tubos, depósitos, tejados, etc.) está, o bien instalado, o bien en vertederos generalmente incontrolados. De ahí que, a pesar de la prohibición de uso, su peligrosidad sigue intacta.  ¿Dónde se almacena el material con amianto que se retira? ¿Es un misterio, o es falta de transparencia?

Especialmente peligrosas para la infancia son las atmósferas interiores o exteriores, contaminadas con fibras de amianto. En el distrito tenemos al menos cuatro centros educativos donde se ha reconocido la existencia de amianto: los colegios públicos de educación especial Francisco del Pozo y La Quinta; el centro educativo-terapéutico Norte (Antiguo CEIP Enrique Granados) y el centro comunitario Guatemala (antiguo CEIP Guatemala).

La respuesta aportada por la Junta Municipal sobre el desamiantado de estos colegios incidía en que “existen otros colegios en los que existe una tela asfáltica, pero se desconoce si bajo ella hay fibrocemento“. Responder a esa cuestión “que se tiene prevista la retirada del amianto de estos centros” nos parece una respuesta insuficiente, indiferente, tal vez perezosa, cuando sabemos que alguna de estas obras tendría que haberse terminado en junio de 2020 y que este material es letal.

El engañoso concepto de “vida útil” aplicado al amianto

Muchos de los estudios consultados manifiestan que uno de los problemas para erradicar el amianto o asbesto en España es la redacción de la propia Ley. La Orden de 7 de diciembre de 2001 (modifica el anexo I del Real Decreto 1406/1989, de 10 de noviembre), por la que se prohíbe el uso de cualquier tipo de amianto, establece que el amianto instalado con anterioridad “seguirá” estando permitido “hasta su eliminación o el fin de su vida útil”.

Al ser un “material eterno”, nos encontramos con que, es la propia Orden la que impide sine die la resolución del problema. Ya hemos visto, más arriba, que el amianto instalado se degrada con el paso del tiempo, por lo que aunque se mantengan sus prestaciones mecánicas (vida útil), contamina el ambiente de tal forma que resulta letal.

Nos preguntamos si es esta una buena razón para adoptar otra perspectiva cuando hablamos de la vida útil del amianto. Pensamos que sí, que ha llegado el momento de pedir una modificación en la Ley que de solución a esta contradicción: la imposible unión de dos intereses contrarios, como son el defender la vida útil de un material eterno que es mortal para la salud.

Es el momento de pedir que la Ley favorezca la salud de las personas, en detrimento de la vida de un material cancerígeno como el amianto o asbesto.

Por ejemplo, en Francia aplican distintos decretos: los destinados a la protección en el trabajo y de la población, que es el de Sanidad. Su finalidad consiste en “reducir la exposición al amianto de los ocupantes de edificios; iniciar una localización de materiales con amianto en los edificios, reduciendo riesgos de exposición en operaciones de mantenimiento sobre estos materiales; e informar a los ocupantes de edificios (propietarios, ocupantes, empresas de intervención) mediante un informe técnico que indique la localización de estos materiales”.4

En septiembre de 2020 preguntamos a la Junta Municipal si iba a realizar “una supervisión sobre la contaminación por fibras de amianto, ordenando mediciones o estudios técnicos sobre el impacto que la degradación del revestimiento de uralita tiene en la calidad del aire que respiramos, y, especialmente en las zonas más ampliamente afectadas en Fuencarral-El Pardo”La respuesta que nos dieron, a nuestro juicio insuficiente, fue que las mediciones se hacen en el lugar de trabajo por las empresas contratadas, para proteger a las personas que manipulan el amianto, y que el amianto está permitido hasta el fin de su vida útil.

Si bien, la respuesta demuestra el conocimiento de la Orden de 7 de diciembre de 2001, es una respuesta ciega a los informes de la ciencia y de los organismos nacionales e internacionales de la salud como la OMS que afirma que “todos los tipos de amianto causan cáncer de pulmón, mesotelioma, cáncer de laringe y de ovario, y asbestosis (fibrosis de los pulmones)”. 3

Del mismo modo, apunta a que la forma de erradicar aquellas enfermedades relacionadas con el amianto se logrará a través “de las siguientes medidas de salud pública”:

  • reconocer que la forma más eficiente de eliminar las enfermedades relacionadas con el amianto es dejar de utilizar este material en todas sus formas;
  • reemplazar el amianto con productos más seguros y formular mecanismos económicos y tecnológicos para estimular la sustitución;
  • adoptar medidas para prevenir la exposición al amianto en el lugar de operación y durante la eliminación del producto;
  • mejorar los diagnósticos tempranos, el tratamiento y la rehabilitación médica y social de las enfermedades relacionadas con este material, y establecer registros de personas que están o han estado expuestas a él. 

Referencias: