Relato ganador del III Concurso del Relato Corto de Peñagrande
Categoría adultos. Autor: Rodrigo Martínez Puerta
Cuánta placidez en la viscosa oscuridad de mi letargo, tan sublime que me encuentro
casi flotando, desnudo, con el sepulcral silencio de la mente en blanco, como
haciéndome a fuego lento. Arropado por el caliente baño del tiempo quieto, permanezco
inmutable, ataráxico, hecho un ovillo de calma, alimentándome del sueño y de la nada,
sólo latiendo…
Mi sosegado lecho apenas agita su marea con la levedad de un suspiro, incapaz de
desvelarme; sin embargo, de pronto ya no siento el gel de mi burbuja, ahora rompo a
tiritar. Una luz me arrastra hacia un enjambre ruidoso e insufrible. Lloro de miedo. Su
aire helado me azota la piel mientras mi vientre sangra entre multitud de manos. Chillo,
pero voy cayendo rendido, agotado…
Cuando despierto, limpio y apacible, me desperezo percibiendo una suerte de calor
nuevo, diferente a todo lo conocido, piel con piel, además de un eterno aroma a dulces
caricias. Me gusta. Al suave abrigo de unos acogedores brazos —desde su seno mullido
hasta la comodidad del regazo— bajo el sufrido brillo de un rostro resplandeciente,
descubro unos ojos que me sonríen una promesa indestructible:
—Bienvenido al mundo, hijo mío. Mamá nunca dejará de quererte…
FIN