Todos son idiotas

El mundo se ha llenado de idiotas y eso no es lo peor. Lo peor es que todos esos idiotas llevábamos por el mundo toda la vida. Antes solo había dos tipos de idiotas: los políticos y los periodistas. Dos gremios con el trabajo de ir hablando y opinando por ahí, como si nada. Las redes sociales han sido una trampa para el resto: de pronto hemos descubierto que todos éramos idiotas.

El hallazgo da vértigo. Médicos, profesoras, ingenieras, economistas… se han expuesto a dar su opinión en público. Que un político o periodista se equivocase otra vez no nos preocuparía mucho. Pero que el cirujano de tu hospital o la maestra de tus hijos tuitee alguna barbaridad a mí me deja menos tranquilo.

La ventaja de los buenos políticos y periodistas es que asumen lo que conlleva su manera de vivir. Justo el hándicap del resto de profesiones que tuitean: aún se piensan que ellos no son idiotas.