- Una treintena de chabolistas levantan infraviviendas en un solar de Peñagrande, en el mismo lugar donde estuvo el histórico poblado derribado a finales de los 90.
- Ciobanu, de 23 años, vivía de alquiler en Tetuán y ahora habita en el poblado con su marido: «A ustedes esta vida les parecerá dura, pero no conocen mi país».
- Los vecinos temen que el asentamiento siga creciendo y el Ayuntamiento de Madrid asegura que lo tiene «controlado, pero el desalojo tarda en resolverse».
Los vecinos más veteranos de Peñagrande (en Fuencarral) todavía recuerdan los años en los que el nombre de su barrio era sinónimo de droga, pobreza extrema, incendios de chamizos y tiroteos en plena noche. Hasta finales de los años 90, los solares situados entre la avenida de la Ilustración (la M-30) y la antigua ‘carretera de la playa’ (hoy, Cardenal Herrera Oria), albergaban uno de los mayores poblados chabolistas de Madrid. Finalmente, el asentamiento se derribó y el chabolismo desapareció del barrio. Pero ahora, casi dos décadas después, los vecinos de Peñagrande vuelven a revivir épocas que creían pasadas: en aquel mismo descampado se está formando un nuevo poblado de chamizos donde ya viven una treintena de personas.
La mayor parte de los habitantes del nuevo poblado de Peñagrande son parientes entre sí. «Somos la familia Siriac. Son mi marido, mis cuñados, mis primos… todos hemos acabado aquí», cuenta una de las chabolistas de mayor edad. Ellos son ajenos al pasado negro del lugar en el que ahora habitan, aunque tampoco les importa. Su única prioridad es «sobrevivir, recoger toda la chatarra y el papel que podemos para venderlo, comer algo y guardar dinero para poder enviarlo a Rumanía. Allí están nuestros siete hijos», explica su marido, que prefiere no decir su nombre.
El asentamiento de Peñagrande (a unos pasos de los chalés de las calles Manuel Garrido y Joaquín Lorenzo) renació hace aproximadamente un año. El matrimonio Siriac fue de los primeros en llegar allí. Hasta ese momento vivían debajo de un puente próximo, pero el Ayuntamiento los desalojó y tuvieron que buscarse su nuevo emplazamiento. Según el relato de los vecinos y de los propios chabolistas, el primer núcleo de chabolas se levantó en el margen de la M-30. Con el paso de los meses, llegaron más personas procedentes de otros puntos de Madrid y fueron construyendo sus chamizos en puntos dispersos del descampado, hasta llegar a la treintena actual.
«No tengo casa, no tengo nada…»
Una de las habitantes más recientes es Ciobanu, una joven de 23 años que hasta hace cuatro meses vivía de alquiler en Cuatro Caminos. «Nos quedamos sin el piso y nos vinimos aquí. Aguantamos el frío con una bombona de butano y hemos cubierto el techo para no mojarnos. Al menos aquí tenemos espacio para guardar la chatarra», cuenta la joven, mientras su marido recorre el barrio buscando material para vender. Como la mayoría de sus compatriotas, no tiene esperanzas en volver a su país: «Mi papá está en Rumanía, mi mamá murió, ahora no quiero volver, no tengo casa, no tengo nada… A ustedes esta vida les parecerá dura, pero no conocen mi país».
Igual que ocurre en otros barrios de Madrid, los residentes del barrio están viendo crecer el poblado en los últimos meses. «Recientemente, se ha formado otro gran núcleo en el centro del solar. Cada semana que pasa van llegando más. Nos da miedo que esto se descontrole y ya no haya quien lo pare», cuenta Pablo Carrasco, presidente de la asociación de vecinos de Peñagrande. «Durante más de una década sufrimos el tener uno de los mayores poblados de Europa junto a nuestras casas. Y ahora vuelven a aparecer núcleos que poco a poco van creciendo ante la pasividad de las autoridades municipales que permiten su construcción. Luego necesitarán años para erradicarlo», asegura F. R., un vecino del barrio que prefiere quedar en el anonimato.
Muchos residentes temen que se convierta en un nuevo foco de drogas. Aunque otros vecinos, como Jaime R., aseguran que los chabolistas «no causan problemas; sabemos que están ahí porque pasan con el carro de la chatarra, pero no molestan. De algo tienen que vivir». Nada que ver con los problemas ciudadanos que causó el poblado de Peñagrande de los 80-90: en aquel asentamiento llegaron a vivir 150 familias de origen magrebí, estaba catalogado como uno de los principales supermercados de la droga de España y los altercados, tiroteos y operaciones policiales estaban a la orden del día. Era la época en la que toda la periferia de Madrid estaba cubierta de poblados. En 1994, un incendio devoró un tercio de las infraviviendas y desde ese momento el Ayuntamiento inició el proceso de derribo de las chabolas y el realojo de sus habitantes, que culminó en 1997.
El solar está catalogado como urbanizable
Ahora, la Junta de Distrito de Fuencarral es consciente de la existencia del nuevo poblado y asegura que lo tiene bajo supervisión: «Un equipo multidisciplinar formado por Policía, Samur y técnicos de Urbanismo están controlando el asentamiento. Se detectó su presencia y están trabajando para evitar que no se descontrole», explican fuentes municipales. Aunque no se atisba ninguna solución a corto plazo: «Los vecinos piden que se desmantele, pero estos asuntos tardan en resolverse porque desalojarlos no es tan fácil», añaden desde la Junta de Distrito.
Para desmantelar un asentamiento ilegal en la vía pública es necesaria una denuncia por parte del propietario de los terrenos y una autorización judicial, aunque el Ayuntamiento no especifica en qué punto del proceso se encuentra. En la revisión del Plan General de Ordenación Urbana, la parcela que ahora sirve de hogar a los chabolistas (de 87.000 metros cuadrados) está catalogada como «suelo urbano con actuación incorporada», con potenciales usos residenciales, de parque urbano, equipamientos públicos y dotaciones viarias.
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