Madrí y Rayo son dos equipos calvos, como sus entrenadores. Zidane es un calvo guapo, que también sufre en invierno, de igual forma que todos los sinpelo. Paco es un calvo con perilla, que camufla el frío con un gorro diabólico.
La falta de cabello les expone profundamente. Jémez se congela por la fragilidad defensiva de su equipo y Zizou resiste con elegancia la maldición de los domingos a las 20:30.
El Madrí volvió a tropezar con el acento de Robinson y los apuntes de Maldini. Cejudo se vistió de Zidane con peluca en el minuto 7 y prendió el encuentro. Los blancos, de gris, despertaron en pijama. Isco, Modric y Benzema agitaron la escena, sin el gol de Ronaldo. El partido era un calco de la desdicha, el Madrí no es capaz de voltear adversidades.
Este Madrí no puede permitirse adversidades, porque gastó su suerte en Lisboa (a quién se le ocurre…) y no tiene a Messi. El equipo seguirá calvo y feo, a no ser que olvide las siestas y empiece a tomarse en serio los noventa minutos de juego. Así será calvo, pero brillante, como Zidane.
El otro calvo es el Rayo, que recuperó a sus piratas el sábado. Venció holgado a un filial celtiña que vino a perder. Trashorras, el Xavi de los pobres, regaló una noche dulce y cumplió aquel proverbio chino que decía: si Trashorras lo borda, el Rayo gana. Con su pausa aceleró a los suyos a velocidades que supieron a dopaje. Jémez, calvo orgulloso, tendrá que regular las licencias de pase de sus defensas. Si no, el Rayo resbalará a Segunda por presumir de calvicie y valentía.