Zidane volvía a Andalucía para jugar contra la maldición de los domingos a las 20:30. Robinson, Maldini y Carlos Martínez afinaban sus voces para cantar otro pinchazo merengue, con regocijo del británico y su acento. Pero no pudo ser, apareció la melena.
Los blancos se tiñeron de azul y dejaron a Danilo en casa, su amuleto de la mala suerte. El partido inició tan lento como el fango, Peñaranda exhibía su planta y el Madrid sentía frío, lejano al calor de Chamartín. Kroos, valiente, encendió la mecha con varios pases de esperanza, que atravesaron las líneas nazaríes con veneno. Isco atrapó uno de ellos y plantó a Carvajal para ofrecerle el gol a Karim, que sonrió. 0-1. Sandoval y su rimmel de ojos, Success y su barba pintada, como no podía ser menos, el Granada afrontó el golpe con decoro. Fueron al ataque e inquietaron, pero no lo suficiente. El Madrid dominaba la situación.
Arrancó la segunda mitad y Modric se abrazó a la pelota. Secuestró el partido y su compinche fue el pase. En un chillido de precisión dejó a Benzema solo ante el portero y perdonó la vida al pueblo entero de Granada. Ilesos tras un atropello, los andaluces volvieron a nacer. Creyeron la suerte de su lado y pillaron a Modric conduciendo con auriculares. Se chocó con el árbitro y El Arabi culminó el infortunio. 1-1. La maldición en el acento de Robinson. El Madrid visitante era incapaz de cuidar la victoria y se hundía en un mar de kleenex. Ronaldo personalizó la nostalgia, Varane los nervios y Modric fue Guetta entre el lamento. Volvió a agarrar el balón cuando más ardía e hizo música después de que la orquesta desafinara. Pateó a la mala suerte con su pie dorado y la envió a la escuadra, con elegancia y rabia. Festejó el gol con su melena, retumbó la cabina de Canal Plus y enterró la maldición. El croata se niega a olvidar la Liga y Kovacic le quiere acompañar.
Fotografía | La Liga