Las noches

Como a Benzema, a las noches las desprestigiaron. Con campañas maternalistas y frases del habanero Dinio, confundido.

Mi madre siempre quiso que me acostara pronto, pero mi padre se encargó de atarme a la tele, eligiendo sin fallo los contenidos más atractivos, noche tras noche, en mis días de cole. A veces el espíritu heroico de mi madre conseguía llevarme a la cama antes de tiempo, pero a la mañana siguiente averiguaba el timo: siempre tendría sueño, durmiese diez horas o seis. Nunca rechazo dormir, a no ser que sea de noche. Descubrí el suspense en las películas, estudiar de madrugada, la NBA, la Copa Libertadores, a mis mejores amigos, mi terraza, aprendí a hablar con chicas y me puse a escribir, de noche. “Cuando hablas por las noches tu mente cambia, se te ocurre todo, es mágico, lo contrario a las mañanas”, me reconocía uno de mis amigos más correctos, volando en búho.

Llegué a la universidad y mi madre se rindió. Lo asumió, su hijo le copió la vida a un hámster. Me quedo solo en el sofá y despido a los muebles, cuando mi cabeza se decide por fin a soñar. Mientras tanto estoy inspirado, al ver jugar a Rosario Central contra Nacional de Montevideo o recordando partes de mi vida, siempre nítidas sin la luz. Mi cerebro acelera y propone con la tozudez amable de Pedro Sánchez, en su afán por formar Gobierno.

Después llega la mañana, cuando sufres. Las mañanas son grises y sin estrellas. Son para perdedores que sí se resignan y por eso tengo sueño, no quiero mirar, preparándome para la próxima noche.

Julio Camba se preguntaba qué seria del mundo si viviésemos de noche y durmiésemos de día. Dinio triunfaría.


 

Javier Rodríguez es redactor del diario Fuencarral-El Pardo.com y estudiante de Periodismo e Historia en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.


 

Foto: Boaz Sachs en Flickr bajo licencia CC 2.0 – by