Un Rayo

Verano a verano, en el mismo pueblo tan remoto, me contaban lo mismo. Yo no lo entendía, estaba a gusto siendo lo que era. En la casa de mi amigo hablaban de ello, incluso a veces vestían de ello, con orgullo. Lo buscaban en el teletexto y en la radio, mi amigo y sus dos hermanos me decían que era lo mejor. Yo les vacilaba: «el Rayo vaa aa Seguuundaaa…», hasta que terminé en el pilón, con lágrimas, justo como ayer.

Mi amigo y su familia son abonados del Rayo, y por azar y por verano, mi padre y yo también. Lo hicimos el año pasado, tras acumular miles de súplicas y para ver a todos los equipos de Primera desde cerca. Así, llegué al pueblo con mis abuelos y me sentaba con Pablo en unas escaleras mágicas, donde teníamos Internet y leíamos Rayo Herald con los fichajes de la franja. Le dije que Miku sería mi jugador favorito porque me recordaba a Benzema y él me confesó que le gustaba Jozabed, igual que Trashorras, pero con acento y bigote andaluz. Pasábamos horas hablando en las escaleras y viajamos a Vallecas con su padre para ver el primer partido de Liga, contra el Valencia.

En cada visita al estadio he comprendido lo que me decían Pablo y sus hermanos, y he olvidado el fútbol en una sola dirección. Me acuerdo de los del asiento de al lado, del de atrás, del gorro de Jémez, los chillidos a Bebé, los enfados de Lass, de quienes me acompañaron en cada partido, de Trashorras, los tantos fugaces de Javi Guerra, los abrazos con mi padre, del rugido con Manucho, los cortes de Llorente, el aliento de los Bukaneros, los árboles tras la grada, los balcones, la música del gol, la melena de Presa, la entrega de Tito, el que bailaba Highway to hell, el honor, el sufrimiento, la emoción de mi madre y el llanto final de Pablito Hernández. Además me acuerdo de Miku y Jozabed, que a punto estuvieron de dejarnos un año más en la cima, como soñamos Pablo y yo.

El Rayo cae y te atraviesa, es cercano y emocionante. Luchador, sincero y tan noble como el mejor perdedor. Y tranquilos, pase lo que pase, la franja es la afición.

A las armas.