Guiones imprevistos

Todos en esta vida hemos ido al cine a ver una de estas películas que no nos llamaban de ninguna manera. Películas sin nombre, sin atractivo, sin actores conocidos o sin un guión que llame la atención. Como una de esas películas es el Getafe Club de Fútbol.

El Real Oviedo es uno de esos actores que no sabes por donde te va a salir. Tienen un equipo relativamente nuevo, un entrenador primerizo pero una afición histórica que acompaña a su equipo por España y que no fallaron en la capital del sur para teñir, aún más, la ciudad de color azul en un encuentro con gran confraternización entre ambas aficiones.

Por su parte, el Getafe lleva siendo durante muchos años un equipo previsible, pero se encarga de cambiar el guión de vez en cuando. Esnáider presentó un once sorprendente a la par que preocupante, pues un equipo que se deja a sus capitanes y estandartes en el banquillo solo puede presuponer que nada bueno se cuece en el vestuario.

Así comenzó el partido, con los azulones intentando jugar a algo con piezas que no habían debutado en liga mientras los carbayones tocaban la bola con la precisión de un jugador experto de ajedrez que lleva muchas partidas a sus espaldas. Sin mucho ruido llegó el gol de Lucas Torró que inundaba de pesimismo al Coliseum y entonaba los primeros pitos hacia el equipo y su entrenador.

Algo pasó en el descanso -llámenlo testículos, llámenlo charla de Esnáider, del Cata o de Ángel Torres- que los jugadores salieron a jugar. Sí, por fin, después de seis jornadas, una pretemporada y varios años arrastrándose por los estadios de Primera División, el Getafe jugaba al fútbol, al de verdad, al de tocar, al de correr, al de presionar. Como en esas películas extrañas, el guión da un giro extraordinario y convierte al filme en una obra maestra.

Y llegó el gol de los azulones que devolvía la ilusión al espectador. Internada por la derecha, media vuelta, pase atrás y zambombazo de Paul Antón a la escuadra para empatar el partido. Este cine empezaba a oler bien. Michu intentó volver a poner por delante a los carbayones, pero no fue su día y acabó desquiciado.

Los azulones seguían atacando sin piedad mientras el Oviedo intentaba aparcar el ALSA en la portería de Juan Carlos, pero Álvaro Jiménez -que tras dos partidos ha dejado claro que debe ser titular- recibió y controló un gran cambio de juego que cedió a Jorge Molina para que el delantero, listo como ninguno, acertara a dar de tacón para meterlo al fondo de la red.

Faltaba todavía ese toque de sufrimiento que hace a una película inolvidable. Mientras el estadio pedía la hora, motivada aún más por la expulsión de Molinero, los asturianos intentaban la épica y mandaron un balón al palo que fue repelido por las almas de los aficionados azulones. Todos los relojes en Getafe van con un segundo de retraso desde entonces.

Y pitó. Y llegó la euforia. Los aficionados saltaban de alegría al ver, por fin, ganar a su equipo. Un guión que estaba predestinado a que Esnáider hiciera las maletas le da una semana más de oxígeno para que sus jugadores le pongan las mismas ganas que en estos últimos 45 minutos, y quien sabe, permitirá diseñar una secuela que ponga al Getafe en la senda de la victoria. Que ya era hora, joder.


Fotografía: LaLiga.es