Como en el fútbol, la historia del mundo se desvive por encontrar el equilibrio entre defensa y ataque. Y los que deciden siempre están en el mediocampo, políticos o gestores del balón, a mitad de camino entre el poder y la afición. La sociedad actual sigue a la defensiva, aunque le dice a su público que el objetivo es ganar jugando al ataque. El mundo pide la paz, pero siempre armado con material de combate.
Seríamos demasiado valientes, como Paco Jémez, si luchásemos contra el mal sin ejército, porque el mal existe. Pero debemos creer en un futuro de paz, que jamás llegará si normalizamos y asumimos a los países con armas. España, palmero de las posturas de Occidente, continúa invirtiendo altas cifras de dinero en Defensa. El gasto social de nuestro Gobierno en esta materia ha gozado de privilegios durante los últimos ocho años, sufriendo menor rebaja presupuestaria que lo dedicado a Fomento del Trabajo y en I+D, y casi a la par que las restricciones en Educación (en Defensa el gasto descendió un 17,6% y en Educación un 15,3).
En la actualidad, según datos que arroja datosmacro, 12.715 millones de euros se destinan a Defensa, lo que supone el 5,72% de nuestro gasto público y la sustracción de 273€ anuales al bolsillo de cada español. A estos números hay que añadirle un extra mínimo de mil millones de euros que Defensa ya ha confirmado, como inversiones en armamento, y todo el incremento invisible en secretos, que acaba por alterar profundamente el gasto presupuestado. Así, nuestro dinero defensivo dista de los 539 mil millones de euros que lanza EEUU y de los 0 que cede Costa Rica, pero supera al gasto sumado de Bélgica, Holanda y Suecia.
Por su contra, España centra sus aspiraciones de ataque en dos vertientes: Educación y Salud, que reciben en su conjunto cerca de 90 mil millones de euros más que Defensa. Sin embargo, seguimos sin adquirir un sistema nítido en lo ofensivo. Incluso en situaciones de recesión económica, mantenemos la mano tendida a las renovaciones de armamento (aviones Reaper y Airbus 330), pero paralizamos reformas en colegios y hospitales. La educación española no pretende concienciar a sus alumnos de un planeta sin armas, y pide paz enseñando las guerras de Siria e Irak.