Como las cosas peligrosas, Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos por sorpresa. El mundo volvió a expresarnos su posición: en las nuevas situaciones delicadas, el pueblo elige moverse a la derecha. En Gran Bretaña triunfó el Brexit, en España el Partido Popular, en Francia avanza Marine Le Pen, en Rusia dicta Putin y en Alemania mandan los conservadores. El terrorismo y la crisis económica dibujan el miedo en la mente ciudadana, que busca refugio en el lado más defensivo.
La elección norteamericana cristaliza la muerte de la Política. El planeta ya no confía en el bien y solo pide que, al menos, el mal se neutralice. Estamos hartos de vomitar corrupción y de sufrir la peor de las tristezas: la decepción, ante propuestas ilusionantes que jamás se cumplirían. Asumimos que gobiernan los mercados, que terminó la Socialdemocracia, nos despedimos de la solidaridad y abrazamos con los colmillos a la competitividad. Y por ello, EEUU, rendido, elige a Trump de presidente, en tiempos de plutocracia, mejor que mande un multimillonario.
Y da igual que sea un personaje televisivo, con peluca y sin gorro, a diferencia del pato. No importa que sea ridículo, que se ría de las mujeres, que no respete. Que sea una caricatura de los ricos, tan avaricioso, que terminó por poseer un país. Los estadounidenses, miembros de la nación más moderna del mundo, tienen al mandatario más primitivo. Y lo prefieren. Con tal de que no les engañen, votarían hasta a un pato.
Y Trump promete en dos asuntos: proteccionismo y terrorismo. Pretende blindar su tierra de los peligros extranjeros y estirar el patriotismo en el país donde no hubo raíces. Quiere trabar el comercio internacional con aranceles, bajar los impuestos y acabar con la inmigración ilegal, en aras de proteger a los trabajadores de EEUU. Estas medidas, según expertos como Clodagh Harrington, directora de American Politics Group, llevarán a Estados Unidos a una situación de recesión. Pero Trump cree que mejorará la vida de sus ciudadanos, y ellos confían en él. Favorecerá a las empresas nacionales y ayudará a las industrias nacientes, aunque rebajaría su poder planetario. Apuesta por las fronteras en un mundo globalizado, del que él mismo se ha aprovechado. Fomenta el odio y ofrece la espalda a la cooperación. La izquierda está perdiendo la batalla y los fallos de la derecha pueden ser irremediables.
Fotografía: Gage Skidmore en Flickr