Tras nueve jornadas de Liga, la calma volvió al Santiago Bernabéu, pero regresó en forma de aburrimiento. Por culpa del nivel liguero de dos de sus máximos estandartes: Cristiano Ronaldo y Luka Modric, hijos predilectos de Chamartín. El portugués, entre enfados, errores y ataques de mala fortuna, no conecta con el torneo doméstico y presenta problemas severos de cara a gol. Zidane, el médico, dice que no son preocupantes. Por su parte, Modric, desacostumbrado a jugar partidos terrenales, sin glamour, demostró que las rotaciones tienen mucha verdad. El croata debe ser reservado para citas Champions, la boda, el bautizo y la comunión: Barça, Atleti y el tercero de turno. Porque los 32 años ya pesan.
Así, con dos estrellas apagadas, el Madrid tuvo que activar nuevos focos para ganar al Eibar. Un rival aseado pero inofensivo, a diferencia del equipo que armó Mendilibar el año pasado. Los armeros, por no ofrecer lo suficiente, hicieron más por la calma que el Madrid. Entre los blancos destacaron Varane y Ramos para cuidar los peligros visitantes y los tres tenores nacionales: Asensio, Isco y Ceballos. Ramos, con su imponente presencia, propició el primer gol de la noche, causando el temor de Oliveira en un duelo aéreo, que acabó en gol en propia meta. Y luego Asensio, a pase de Isco, marcó el 2-0 con la clarividencia que ansía Cristiano en esta Liga. El mallorquín y sus trepidantes conducciones, la omnipotencia de Casemiro y el despliegue de calidad de Dani Ceballos colorearon la primera parte, de blanco.
Para la reanudación apareció el síndrome del segundo tiempo: con todo el pescado vendido, el partido entró en un vacío que no paró de aburrir. Pero que el Bernabéu tímidamente agradeció, tras varias noches de juerga y arrepentimientos. Por Isco no quedaría, en su infinito regate, que anoche no acababa de salir. Ni por Cristiano, que no paraba de fallar. Modric regaló algún detalle pero no nos engañó, prefiere al Bayern que al Eibar. Zidane miró a la grada, vio un par de bostezos y lo tuvo que arreglar. Salieron los dos futbolistas más divertidos de la plantilla, Marcelo y Benzema. Y entre ellos salió el rato más feliz del choque, plasmado en un gol de fantasía, o como decía Maldini, de otro partido. El francés dejó de exquisito tacón para que Theo corriera por su pista y después cedió el balón a Marcelo con un gesto de loco, entregando el cuero en el sentido inverso a la jugada. El brasileño, otro loco, se enteró y definió la triangulación con un golazo. Con ello, ambos equipos pactaron terminar su compromiso.
Benzema, debatido esta semana por las palabras de Lineker, se acercó al Bernabéu con una respuesta firmada, un pase. Y el Madrid, con una goleada aburrida y calmada, dio el primer paso para volver a la esencia de su estadio, las tormentas de goles.
Fuente Imagen: Capital Deporte