Zidane sin su elixir

El Rayo empató y el Adarve perdió. Era fácil, el Madrid ganaría. Como ganaría la Liga. Pero no. En casa de Puigdemont, los blancos naufragaron en un partido injustificable, en el que solo se salvó Isco, ya candidato a mejor tercero del mundo.

Los hombres de Zidane llegaron a Girona ajenos al revuelo catalán y con el once de gala, de traje, dispuestos a ganar mostrando únicamente la etiqueta. Pero justo ese día chocaron con Machín y muchas horas de trabajo en varias ideas: presión intensa arriba, tapar a Modric y Kroos y liberar a Casemiro. Así, el partido empezaría con un Madrid asfixiado incapaz de superar la primera barrera rival. Los locales robaban e inquietaban, pero cuando los merengues conseguían llevar el balón arriba, Benzema, Cristiano e Isco eran casi gol. En una de estas acciones, los tres tenores hicieron el primer tanto del partido. Karim bajó a recibir, se deshizo de su marca y envió un pase de los que no cuentan a Ronaldo, que chutó para que Isco terminara la faena. Segundos antes, los de Machín enviaron un balón que de forma inverosímil acabó en el palo. Y minutos más tarde, volvieron a toparse con el poste. El Madrid sufría horrores para generar situaciones de ataque y no paraba de fallar pases, con Kroos y Modric enterrados. Con el dominio rojiblanco, ambos equipos llegaron a vestuarios.

Tras el descanso, el choque siguió igual. Un Madrid vago para cambiar de actitud, devorado por un Girona ardiente, listo y preciso. Sin la suerte del inicio, Stuani se merendó a la zaga rival y empató el partido. La inyección necesaria para despertar, cambiada por varias dosis de sedante. Los catalanes detectaron su momento y lo explotaron con sus dos mejores hombres: Maffeo y Portu, que juntos, marcaron el 2-1. El Madrid estaba perdido y tan desnudo que se le vieron todos sus problemas. En los pies, con un Achraf que no controla el sentido de ninguno de sus envíos, ni mejora a Danilo. En las piernas de Varane, que empiezan a ser igual de sospechosas que las de Bale. En el corazón de Modric y Kroos, que está temporada no bombea ni controles ni pases. Y en la cabeza, de Marcelo y Cristiano. Uno desconectado del compromiso blanco, jugando de sobrado. Y el otro con una crisis depresiva ante el gol liguero. Además, se comprobaron los dramas del banquillo. Ninguno de los allí sentados traduce sus actuaciones en gol. Ni Asensio, que los reserva para citas doradas, ni Lucas, ni Mayoral, ni Theo, Ceballos o Llorente. Y tampoco asustan, porque el jefe de los suplentes del año pasado ya es el que gobierna entre los titulares, Isco, que ayer recordó a Messi jugando con Argentina. La única luz sostenida de un equipo al que la duda ha llegado.

Con todo ello, aún se creía en la victoria, porque es la identidad de esta plantilla, que ganaría con dos goles venidos de los rezos. Pero los de Zidane, repitiendo la tónica de esta temporada, titubean con la remontada, sin el espíritu que se tatuaron y con menos calidad de gol. El Madrid pudo perder media Liga en Girona, pero dejaron un miedo mayor. Si los blancos se quedan sin remontadas, el elixir de los invencibles, no podrán ser campeones en ninguna competición.

 

Fuente Imagen: Diario de León