Venga hoy lo haría bien. Porque unas semis de Champions se juegan desde por la mañana.
Llegué a casa a las 12:30 e improvisé una siesta para protegerme de lo que se me venía encima: Bayern-Madrid y examen de Historia de Asia. Pero soñé pesadillas. Iba a casa de mis amigos y todos estaban jugando al Fortnite, y el que más mi vecino, que a mí me decía en secreto que lo odiaba. Ninguno me hacía caso y de repente empezaron a salir animales de las habitaciones. Y todos venían a por mí. Serpientes, tarántulas, perros marrones, gatos negros… No me quedó más remedio que despertar. Hoy también habría gafe.
Lo siguiente fue empezar a estudiar, con el deseo de recibir un correo de salvación. Nuestro profesor propuso hacer un examen oral como alternativa al escrito, y comentó que el lunes diría la fecha. Era miércoles y sus últimas noticias fueron que estaba en China. Casi estudiando para hacer tiempo al mensaje, leía cómo mi clase se rendía a un examen escrito mañana. Aunque quedaba un reducto de locos optimistas que no esperaban su correo, sino que el profe se hubiera quedado en China. Mis colegas.
A las 19:15 ya frené mi estudio de amagos. Me enteré de que Karim no jugaba y quise dejarlo todo. El fútbol, el Madrid y la China de Mao, sobre todo. No había derecho. Y así empezó el partido.
El Bayern explotaba la efervescencia del inicio como si el Madrid le hubiera humillado en los últimos años. Pero el efecto duró tanto como una pastilla que se disolvía en agua: 3 minutos. Hasta que Robben, el sospechoso habitual, volvió a enfermar. Ahora el Madrid mecía el partido, aunque sin el colmillo de siempre. Porque Cristiano se veía solo, no por falta de acompñantes, sino por falta de glamour. Tras unos buenos minutos blancos sin certificar el tanto, sonó ese viejo proverbio alemán, el del gol. Y la furia se apoderó de los locales, con un Ribery rejuvenecido, sin necesidad de cremas. Justo en aquel momento, me dio por revisar el correo. Y apareció. El mensaje de mi profesor ofreciendo el examen oral y proponiéndolo para dentro de una semana. Lo celebré como un gol, a la par que Marcelo enchufaba una volea milagrosa en un instante milagroso, antes del descanso.
Habíamos enterrado al gafe. Y Zidane lo celebró con un movimiento vencedor: meter a Asensio en pista. El chaval de la zurda de oro y el sosiego de un loco machacó los sueños tetutones con sutileza y colocó el 1-2 en el marcador. Los minutos posteriores sirvieron para demostrar que Lucas Vázquez es un jugador de talla mundial y que Thiago Alcántara es un futbolista empalagoso. Con un juego que encaja más en la Suiza de Lindt que en la Champions de Cristiano Ronaldo. Para rubricar el encuentro y paliar el sufrimiento final, el Madrid hizo un cambio poético: Benzema por Carvajal. Salió, hizo su típica jugada tan bella que no podría acabar en gol y Ronaldo marcó. Pero se lo anularon.
Así, el choque terminó. El tirano de cada liga no puede con el tirano de Europa, que hace tiempo que olvidó abusar de los pobres para castigar a los poderosos. Porque el Madrid es otra historia.
Fuente Imagen: Trome Deportes