Adiós a los exámenes de septiembre: los echaremos de menos.

Por Ignacio Asenjo Salcedo, Profesor de Educación Secundaria

En la Comunidad de Madrid, a partir de este curso 2017-18, no habrá exámenes de septiembre en la Educación Secundaria. Esta medida se ha presentado envuelta en pedagogía  y atención al interés de las familias, para las que el suspenso de sus hijos comportaba un quebranto en sus vacaciones. Sin embargo, van a ser las propias familias las que, llegadas el mes de junio, reclamen una rectificación… y si no, al tiempo.

Situémonos en el mes de junio:

En los cursos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y 1º de Bachillerato apenas habrá diez días entre la convocatoria ordinaria de junio y la equivalente a la de septiembre, que pasará a realizarse en la segunda y tercera semana del mes de junio. Sí, ha leído bien, son apenas diez días de los que dispondrá el alumno para enmendar el suspenso, le haya quedado una asignatura con un 4 o varias con aún menos calificación.

Según las Instrucciones de la Consejería de Educación, los alumnos que han superado con éxito los exámenes celebrados a principios de junio, (las notas de la convocatoria de junio tienen que estar puestas antes del día 8 de dicho mes), deberán seguir acudiendo al centro hasta el día 22 de junio. Durante este tiempo, el centro establecerá medidas organizativas para atender a todos los alumnos, medidas que pueden variar entre que el profesor tenga en la misma clase a alumnos aprobados y suspensos hasta organizar actividades diferenciadas para unos y otros. En la práctica, los alumnos con el aprobado en el bolsillo y con mayor o menor beneplácito de las familias, en el mejor de los casos, se sentirán legitimados para quedarse ociosos en sus casas o en la calle.

En 2º de Bachillerato, curso clave para la obtención del Título de Bachillerato, el acceso a Ciclos Formativos y a la Universidad, los alumnos tienen un mes para superar las asignaturas suspensas a mediados de mayo. Sin embargo, hay alumnos que se dejan asignaturas para junio (lo que equivaldría a la antigua convocatoria de septiembre) que conciben como ir a una segunda vuelta.

Los partidarios del traslado de la convocatoria extraordinaria de septiembre al mes de junio defienden la medida argumentando que ya existe desde hace muchos años en otros países europeos, porque así se logrará comenzar antes y de una manera más organizada el nuevo curso de septiembre (algo que está por ver) y que, en realidad, el tiempo que un alumno le dedicaría en verano a la recuperación de las asignaturas, podría ser más o menos el mismo que al examinarse antes del verano. Esta última reflexión encubre, en realidad, un deseo de prolongar el calendario escolar hasta entrado el mes de julio, algo que chocaría frontalmente con las vacaciones del docente. Llegados a ese punto, las clases de recuperación supondrían una extensión de la gratuidad de la enseñanza; de momento, será una debacle para el sector de las academias de enseñanza de verano perdiéndose muchos puestos de trabajo.

Hay un último argumento que se esgrime en favor de la supresión de la convocatoria de septiembre: el hecho de que eran pocos los alumnos suspensos que mejoraban sus resultados después del verano. Es aquí donde nos detenemos, para afirmar que el traslado de la convocatoria de septiembre es, en realidad, una medida no educativa y perjudicial para el alumno.

Se olvida a los que han tenido un curso irregular como consecuencia de una enfermedad u otros que quedaron despistados con los vaivenes emocionales propios de la adolescencia o por otras coyunturas familiares que les hayan afectado. A estos alumnos les ha venido precipitadamente el final de curso, no han tenido tiempo de rehacerse para llegar al aprobado, por más que lo han intentado con todas sus fuerzas cuando han salido del trance. Hasta este año tenían la posibilidad de renunciar al verano, sacrificarse durante los meses de julio y agosto, superar el curso en septiembre y pasar con éxito página hacia su futuro. Ahora, se les ha privado de esta posibilidad y con ello de la de formarse en la voluntad de superar las adversidades con trabajo  y perseverancia (el que algo quiere, algo le cuesta). A partir de ahora, el alumno y sus familias tendrán que prolongar el fracaso, aguardando un nuevo curso.

En conclusión, es difícil pensar cómo va a mejorar el sistema educativo tal y como se ha legislado el traslado de la convocatoria de septiembre al mes de junio, y fácil de atisbar los perjuicios que traerá para los alumnos y sus familias, que se acordarán de Santa Rita cuando comiencen a llover los suspensos.