Como las novias, el fútbol te permite vivir dos vidas. La tuya, y la que vives con él. Así, cuando te vaya mal en alguna de ellas, siempre tendrás la otra. Pero como con las novias, la clave está en elegir bien. Y como yo siempre lo he querido todo, soy del Madrid, del Rayo y del Adarve.
Y justo este finde, en la tercera fase de una ruptura, llegaban dos fechas decisivas: Madrí-Liverpool, Rayo-Lugo. Para la primera quedamos el sábado a las 19:00 en un bar al lado de Cibeles. La tele estaba en inglés y en nuestra sala había más calvos que personas. Pero Dua Lipa salió al campo, Benzema era titular y de repente nos pusieron la tele en español.
El guion del partido estaba escrito: el Liverpool jugaba su final a 20 minutos. Y no la ganó. Pero nos asustó. Alguien de la sala, ante los primeros ataques reds, se decía en alto: “Y por qué en este sitio hay tanto inglés”. No se acordó del nombre del sitio: James Joyce.
El minuto 20 ya había pasado y el Liverpool seguía mejor. Algo había que hacer, pensó Sergio Ramos. Y el verdugo de Europa se encargó de eliminar al futbolista más carismático del mundo, con una llave. La que abriría todas las puertas de la final. Sin Salah en el campo, Karim cogió el relevo, por todas partes.
El Madrid no ganaba, pero ya se sabía vencedor. Benzema seguía destacado, aunque eso nunca asegura el gol, mientras que Isco se topaba con el larguero. Pero Karim insistía como nunca, con una continuidad dominante, del jugador que muchos no ven y selectos adoran. El delantero menos temido de Twitter fue capaz de tumbar solo con su presencia a dos porteros alemanes. Y se disfrazó de su personaje más insospechado para inaugurar el marcador: Raúl González Blanco. Ese gol tampoco aseguraría la victoria, pero sí su leyenda, y el llanto agradecido de sus pocos.
Mané empató minutos después con el permiso de la zaga blanca. El señuelo para la coronación de Gareth Bale. El galés entró por Isco y sin saludar marcó el gol más brutal de la Champions. Que sí aseguraría la victoria, de un jugador ganador. Capaz de lesionarse una vez a la semana y de elevar su físico a alturas inhumanas en cada final. Así lo dijo Zidane: los de la BBC son los mejores.
Esta Champions la superamos en un garito británico contra un equipo inglés, por estar cerca de Cibeles. Pero salimos del bar en sentido contrario. Ninguno sabe por qué.
El Madrid también tiene una doble vida. Y es la Champions. Que como las novias, también querría que la vida, fuese solo ella.
Fuente imagen: El confidencial