Mirar

Desde hace una semana me duelen los ojos antes de irme a la cama. Por pasarme el día buscando noticias de Perú y Argentina en un ordenador, y por llegar demasiado tarde por las noches. Y con los ojos medio cerrados les digo que los quiero, porque mirar es lo mejor.

Desde que éramos pequeños, mis mejores amigos siempre me han dicho que un día me iban a pegar por mirar tanto a la gente. Y no habrá sido por miradas. A peña que discute, a parejas que se besan, a los que se caen, los que piden, chicas guapas, chicas feas, chicas normales, chicos raros, a los calvos, a los que visten atrevidito y a los que devuelven la mirada.

Y es que en realidad, ahora todos quieren ser mirados. El sábado por la noche, en el universo paralelo de los bajos de Nuevos Ministerios, los chavales se agolpaba al fondo a la derecha. El corro de gente formaba una figura inequívoca: la de que algo grave había pasado. Para redondear, en el centro había una ambulancia. Una mujer se había caído, literalmente, a los bajos. Por eso se llaman bajos. Como si hubiese mirado al peligro y se hubiera enamorado, hasta caer.

Ya inmerso en el corro me sentí un poco mal. Joder, a mí no me molaría que me mirasen 50 personas tumbado en el suelo con el Samur decorándome las heridas. Pero de repente vi que de la ambulancia se bajaban dos tíos con cámaras de televisión, como si fuera una peli, para grabarse curando. Así, cómo queréis que no mire.

Y justo ahora, que todo el mundo quiere que mires, lo importante es elegir dónde clavar tus ojos.

Y justo ahora, yo solo te miro a ti.

 

Fuente Imagen: Kubelika