Ser del Madrí
Lo primero que recuerdo de ser del Madrid es a Roberto Carlos, a Casillas y a Eto’o, con el camerunés recogiendo una trágica indecisión para salir huyendo del salón y llorar en mi cuarto. Lo segundo es encender la tele con mi abuelo, desde el interruptor, y ver justo la volea de un monje llamado Zidane. Lo tercero será hoy.
Gracias al Madrid conocí a mi segunda chica: francesa, con rasgos moritos y de apellido Benzema.
Y lo mejor de serlo es cuando van perdiendo, y ver cómo van a ganar.
Ser del Rayo
Yo me hice del Rayo en el pilón de mi pueblo. Cuando tres hermanos, de la dinastía Lois, me tiraron a sus aguas por reírme de la plantilla vallecana en comparación con la del Madrid. Después me aboné con mi padre para ver a todos los jugadores de la liga de cerca, y con la promesa de ir a inglés.
Al final de la temporada acabé llorando con mi madre y un descenso, que junto al pilón y muchos partidos de Trashorras me bautizaron como rayista.
De pequeño nos reíamos en el cole de un chaval que quería ser pirata de mayor. Ahora yo también.
Ser del Adarve
“A nosotros el fútbol nos da igual. Solo nos importa el Adarve”. Ónega, uno de los fichajes de este año, me comentó el día que nos conocimos que cuando preguntaba a la gente del club por cualquier cosa todos le respondían lo mismo.
Así, el Adarve es una religión, y puede que sea la mejor, porque gira en torno al fútbol y Madrid. Yo la tenía cerca de casa pero hasta hace poco no la conocí. Mi profeta fue Pepinho y solo tiene un mandamiento: ganar juntos.
Os esperamos a todos el próximo domingo, para hacer lo que sabemos. Jugadores, técnicos, aficionados, periodistas, familiares, directivos, amigos. Ganar juntos.