No puedo negar que en el momento de pensar cómo desarrollar este artículo dos frases se me han pasado por la cabeza de manera continua, dos frases que mi padre, desde que era un niño, y aprovechando mis múltiples meteduras de pata, me ha repetido hasta la saciedad.
Aún recuerdo como siempre que mi padre me veía dolido por algo que me habían hecho, cuando se habían aprovechado de mi inocencia o de mi buena fe, me insistía en como “en la vida te espabilas o te espabilan”, y como mi impulsividad, mi agresividad y mi carácter, tan propio de mi familia materna como el mismo apellido, desembocaba en una sucesión de desastres tan numerosos que las excusas para defenderme ante ellos se me acababan, así como la esperanza de que mi padre no me repitiese la frase: “la potencia sin control se queda en eso, en potencia”.
Al plantearme un poco mi vida me gusta verla como un camino en el cual el pasado no hace si no que forjar lo que soy ahora. Sin embargo, me empiezo a dar cuenta de como llegan determinados momentos en la vida en el que todos caemos ante la evidencia de lo que tenemos por delante, de como las decisiones que tomemos van a determinar nuestro futuro, y como nadie, solo nosotros, vamos a responder ante los obstáculos que nos dibuje el nuevo camino. Y eso, a veces, asusta.
Tengo la sensación, además, de que las redes sociales agravan aún más el problema, y fomentan que la sociedad de la inmediatez penalice el error a tal punto que prefiramos quedarnos parados, como si fuera a dejar de llover por eso.
Y es precisamente como abordamos ese momento de susto, cuando empezamos a dibujar nuestro nuevo camino. Yo he elegido observar a los demás: a los que lloran a las primeras mal dadas, a los que se niegan a avanzar por miedo, a los que tienen un camino lleno de obstáculos que no logran impedir que avance, a los que tienen un camino llano y plácido, y a los que por el contrario las piedras en el suyo no han dejado de aparecer. Algunos se pierden en el camino para no volver a ser ellos, y otros que parecían perdidos y resurgen como Ramos en el minuto 93 para que nada pueda volver a frenarles.
El camino, casi tan largo como una vida, no tiene otro destino que disfrutar del propio viaje, pero no dejo de pensar cual será el mejor modo de hacerlo. Aunque sí me queda claro papá, que de esas dos lecciones sé sobre seguro que, a veces que nos espabilen es la mejor lección posible, y que el control, muchas veces, nos impide avanzar con nuestra potencia imparable.
Y si bien, me sigue siendo difícil sacar conclusiones aún, dos son las que tengo claras, y es que, como decía Machado, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, y que si hay algo peor que un tomar un camino erróneo, es no tomar ninguno.
Autor: Sergio Del Ama
Fuente Imagen: Alcázarlugardedonquijote