Lo que me ha hecho feliz y lo que no de esta semana.
Lo que sí
Un concierto. Dicen que en la vida hay que ser previsor. Habría que buscar hasta ídolos de repuesto. Por eso vi en Yassine Benzia al sucesor de Benzema, y a The Tallest Man On Earth como la versión sueca de Bob Dylan. A Dylan le viví hace justo un año. Y al sueco hace una semana, de la mejor manera posible: en un teatro pequeño, con las luces apagadas.
Dos equipos. Cuando entrenaba al fútbol me quejaba de todo. Nos hacían correr al llegar, y después jugábamos cansados. No lo perdonaré. Me retiré pensando en ser entrenador, pero solo para vengarme. Ahora, en el otro lado de dos equipos, he aprendido a querer el fútbol. Por la naturalidad del Masriver y la esencia del Adarve. La clave fue dejar de correr.
Una película. El miércoles pasado vi «Manchester by the sea». Una historia de un sufrimiento tan poético que no quieres dejar de sufrir. Me negué a acabarla, pero lo hice con dos lágrimas tan finas que aún no han caído. Yo querría que Casey Affleck también fuera mi tío.
Dos reencuentros. El jueves por fin vi a Renata. Quedamos a comer en un restaurante de jovencitos empresarios y hablamos un poco de eso: de cómo serían nuestros días de mayores. Ella diseñando y yo escribiendo. En realidad, ya lo hacemos.
El sábado estuve con María, vestida de azafata pero no tanto. Una colega de las que molan, porque cada vez que la ves es como si estuvieras con ella cada día. De la familia.
ARCO. En el arte del capitalismo y el mercado, mi aportación fue ir sin pagarlo. Allí desconecté el teléfono y se me ocurrieron muchas ideas. La primera fue que molaba más la gente que los cuadros. Interesantes, pero con la desconfianza de haberlos visto ya en mis cuadernos de Bachillerato.
Dos charlas. La primera con Álvaro, desayunando en mi bar favorito. Allí decidimos que también queremos ser profes. Él para tenerlo todo controlado y yo para ganar otro sueldo hablando.
La segunda el viernes, con mi primo pequeño, justo al salir del Rayo. Le pregunté si ya quería tener novia, porque yo este viernes sí, y él me dijo que también, aunque ya iría viendo. A mí hoy no me apetece. Así que, como dice mi primo, ya iremos viendo.
Un gol. Lo marqué yo, tras pasarme más de un mes sin jugar. También por el consejo médico y las instrucciones de mi madre. Siempre soñé con salir en la tele marcando un gol, significaría ser profesional. No lo he sido, pero el sueño se hizo realidad. La vida es un poco igual.
Lo que no
La indiferencia. El miércoles, el primer día del fin del Madrid, me puse más triste por mí que por la derrota. Quedaban cinco minutos para que empezara un Clásico decisivo y no estaba ni nervioso. Después al menos me enfadé, para demostrarme que aún sigo un poco vivo.
Una llaga. Recuerdo la herida pero no el momento en que me mordí la lengua. Pudo ser cualquier mañana, tratando de escaquearme para no tener que madrugar. La llaga convirtió dos pasiones en una tortura: comer y hablar, un dolor infernal.