Mis colegas

Una vez una amiga del barrio me dijo que no me pegaba ir con mi grupo de colegas. Le parecíamos muy distintos. Y lo somos. Me quedé pensando: sin ellos nunca habría podido escribir.

A Marce le quiero porque vivimos en la misma puerta. Nunca he querido tener un hermano, y por eso nos pusieron juntos. Solo nos separa una pared, y de pequeños intentamos abrirla con un agujerito. Para vernos todos los días, pero tampoco mucho.

Fue él quien eligió volver de viaje a Budapest. Con Jimeno, Joaka, Monís, Raúl, Nico, Bora y Cube, que aunque no vino, su narrativa siempre estuvo.

Éramos un buen grupo para viajar porque compartimos lo más importante: somos especialistas en hacer el inútil.

Al llegar al aeropuerto nos recibió Nico con varios carteles repletos de insultos. Piropos, para nosotros. Y él mismo fue el primero en despedirse; se quedó una noche más en Budapest porque quiso probar un masaje Thai. Aún no sabemos de él. Sí de sus primos.

En el viaje sobre todo descubrí a Raúl y a Bora. Al primero por sus estilismos, incomprensiblemente votados por Instagram, y al segundo por su voz. Como diría Jimeno: «con esa voz no se vale».

Justo Jimeno fue el rey de la casa. Nos tenía secuestrados para hacerle cosquillas y salir a la terraza. Y de ella una noche casi no salimos. Porque en el edificio de enfrente rodaban vídeos porno. Se olvidaron al cámara en nuestra casa.

A Monís ya le conocía mucho. Reúne la definición del grupo. A las diez de la noche debatía de política con citas de Ortega y Gasset y a las dos de la mañana se intentó pegar con media Budapest. En esa mitad nos incluíamos nosotros.

Con Joaka sobre todo hablé. Es el más espabilado y el que lleva el mejor tupé. Me intentó enseñar a usar el secador, pero estos rizos ya no los doma nadie. De mayor escribiré desde todos sus hoteles.

Nuestro vecino, de Amsteten, era tan siniestro que asustó hasta a Marce, que volvió a escoger el filete de pollo como plato típico. Y dos chicas encantadoras quisieron hablar con nosotros en las termas. Intuimos que atraídas por los pectorales de Monís.

Ayer Raúl me presentó ante su madre como «el cabrón que no quería madrugar para hacer turismo». Lo he pensado y ahora sí que me apetece. Hasta madrugaría, pero solo en Nápoles y Vigo.

La última vez que les escribí en un viaje me quemaron las cuatro cartas. Ahora os lo he puesto un poco más difícil. Pero no espero menos.

Fuente Imagen: Os saco en esta foto porque todos parecéis gays. Lo que sois, realmente.