Loquesí y loquenó #8

Lo que me ha hecho feliz y lo que no de la pasada semana

Lo que sí

La casa de Álvaro. El lunes estuve en la casa del delantero de mi equipo. Ya hace tiempo que le dejé de mirar como futbolista para hacerlo como amigo. Ha sido gracias al Adarve y al Fifa. Y es un detalle que me conserve el cariño, aunque hasta en su casa le siga ganando. Con gol de Neymar en el minuto 120. 

Una charla. El martes fui a mi cole porque mi director me pidió que diera una charla sobre «Bach, la uni y la vida canalla». Para lo último podría haber llamado a alguno de mis amigos, pero conté mi vida para explicar lo que he aprendido de Pepinho. Tuve suerte porque era mi escenario: sin mis colegas, que me tumban las historias, y con alguna madre, que siempre han sido mi público. De mayor querría trabajar dando charlas para luego escribir libros sobre los idiotas que dan charlas. 

Dos colegas. El miércoles, como todos los miércoles, tenía ganas de ir al cine. Y esta vez me acompañaron Raúl y Monís. A falta de una novia, vinieron dos vándalos. Vimos la peli de Mula porque Marce se negó a que escogiéramos Greenbook. Y así Raúl y Monís descubrieron el único motivo para sacarse el carnet de conducir: transportar droga.

Jelen. Los jueves son días peligrosos porque muchas veces esconden algo. No los esperas, y de repente te guardan un conocido a tu lado en el Metro, a las 8 de la mañana. Compartir ese viaje es peor que levantarse temprano. Este pasado jueves la conocida fue mi madre. Ella lee, apenas me habla y siempre me duermo un poco apoyado en su hombro. Con Jelen viajaría todos los días en Metro, y sería la única razón para levantarme temprano.

Mi nuevo peluquero. Toda mi vida ha sido un enfrentamiento con mis peluqueros. El primero me hizo un corte en la oreja y el último no sabía ni hablar de fútbol ni cortar el pelo. Un problema grave para alguien como yo, que desapareceré del mundo el día que me quede calvo. En un intento desesperado, convencí a mi padre para ser mi peluquero. Y dos cortes bastaron para que casi renunciara a él, como peluquero y como padre. Pero este año he encontrado a mi hombre: un moro que no habla y me deja el pelo como si no me lo hubieran cortado.

Una sorpresa. El sábado estaba triste por el peor de los motivos: no sabía por qué. Y la tristeza solo se cura por las noches. Tenía el móvil apagado pero me llamaron. Me preguntaron que si estaba en casa, y no debería, pero estaba. “Asómate a la terraza”. Fue la versión más bonita de La chica de ayer, y de hoy, y de siempre.

Tres amigos. Cuando acabe las dos carreras, de lo que más orgulloso estaré es de haber conservado a todos mis amigos. Como a Lacaba, Chao e Iván, que nos llevamos igual que en los días de colegio, aunque nos veamos menos. El pasado domingo volvimos a cenar y les saco porque me pagaron el postre y para que el próximo mes me lleven a algún restaurante más original.

Lo que no

Cambio de planes. Una vez me dijeron que quería planearlo todo para luego no hacer nada de lo que tenía planeado. Pero odio que me cambien los planes. Y esta semana me lo hicieron dos veces: una para cancelar un partido de pádel y otra para dejar de salir un día de fiesta. Me jodió tanto que acabé jugando al pádel y saliendo de fiesta.

No me caería bien. El viernes tuve una entrevista para trabajar en un evento de TEDx y salí pensando que no me caería bien. Allí conocí a un chico y a una chica, que me preguntaban. El chico tardó diez segundos en parecerme un imbécil y la chica cinco en gustarme. El tío empezó a hablar de sí mismo y sus múltiples proyectos, rematando sus virtudes diciendo que era capaz de identificar a las personas en dos minutos. Yo con él tardé mucho menos. Por no ser de ese tipo de gente, dejaría de tener proyectos.