Lo que me ha hecho feliz y lo que no de esta semana
Lo que sí
Emilio Castelar. A Castelar me lo presentó una profe después de regañarme por no estar muy atento. «Es que a mí me interesa más leer El País todas las mañanas, la columna de Jabois…», debió pensar que le dije. Le hice más caso que en clase y me compré un libro de Castelar. Un personaje interesante, que debió vivir en Mirasierra pero sin mucho dinero, que quiso acercar a los ricos a los problemas de todos.
El amor. En esta pasada semana hablé de amor con mis amigos de la uni. Somos cuatro, con cuatro tipos de amor. Todos compartían algo: que ninguno es verdadero. Porque el amor seguramente no exista, puede que solo sea un hiperónimo, que agrupe palabras más importantes pero no más bonitas. Lo digo yo, que veo al amor todos los días. Lo he visto mientras escribía.
Pedi y Fran. Como nombre artístico, sirven para todo. Yo les ubico en una cama de Escenas de matrimonio o en la sala Galileo Galilei, improvisando con la base de sus discusiones. Cuando estamos juntos, hay veces que me alejo un poco para disfrutarlos más, porque así pienso que actúan de verdad. Este miércoles pidieron las pizzas más extrañas del mundo y vimos un Villarreal-Barça espectacular. Me pusieron feliz porque los que discuten así siempre se quieren.
De fiesta con todos. Con el paso de los años se hace casi imposible salir con todos. Que justo es lo mejor de la fiesta. La semana pasada tuvimos que inventarnos un cumpleaños para coincidir. Porque las personas mayores ya solo se juntan para celebrar compromisos. Y hubo un momento difícil, cuando nadie sabía qué celebrábamos. Uno acabó huido en bicicleta, otro con una foto de un beso y el último con los brazos pintados. Yo no quiero ser mayor y no me gustan los cumpleaños.
Benzema. Los sábados son mi día más triste de la semana. Porque me acuerdo del viernes y pienso en el domingo. Así que mi gente favorita es la que me los salva. Esta semana fue Benzema contra el Eibar y la pasada quien estaba debajo de mi terraza.
Lo que no
Un poeta. Una vez leí que un verdadero poeta deja de hacer las cosas cuando ya las sabe hacer. Me encantó la idea. Pero es un severo problema. Yo ahora querría ser ingeniero o piloto de avión. Mi único alivio es que no se me dan bien las matemáticas.