Ponerse malo y las fiestas de tu pueblo

El otro día recordé un texto mío de cuando no escribía. Se titulaba estar malo, una obra llena de insultos y lamentos. El viernes pensé en repetirla. Me puse malo en las fiestas de mi pueblo. Un accidente coherente, cuando mi don es hacer, sentir o sufrir las cosas a destiempo. 

Cuando estás malo mides tus pasos con la previsión y la torpeza de un anciano, desde bajar las escaleras hasta despertarte. Además no te entiende ni tu Madre ni dios; hasta te regañan por estar malo, como si hubiese sido una elección. Solo quieres estar en la cama, aunque en mi caso ese deseo perdura siempre. Y maldices tu garganta, una debilidad de verdad, no como el talón. 

Pero resurgí. Me agarré a dos fuerzas poderosas: las fiestas de mi pueblo y una pastilla azul. La tomé con miedo, porque la última pastilla de colores que vi sirvió para que un colega con 40 de fiebre resistiera cuatro conciertos seguidos y a los dos días le diagnosticaran neumonía. 

Con ello y el pañuelo más gay que eligió mi madre, sobreviví en las fiestas de mi pueblo. En estas descubrí que lo mejor no está por venir; quedó en las intrigas de los 16 años. La mejor edad para todo. 

La tradición de los pueblos es hablar de la gente, un hobby que atrae el doble, por mal visto y por divertido. Algunos, por vergüenza o arrepentimiento, tienen el detalle de practicarlo en voz baja. 

Me puso feliz bailar con mi madre, presumir del As cuando lo cantaba Leiva y que la gente me dijera que me leía. Me asustó comprobar que toda la gente guapa ya tiene pareja. 

Este año también moló porque ha sido en el que más he hablado con mi amor de la adolescencia. Una chica mayor y guapísima. Un año me prometí que ya no me podía gustar más, y llegué al pueblo decidido a cumplirlo. Al primer día bajamos al supermercado y me la encontré justo ahí. Salí jurándome que nunca más me haría una promesa. 

Lo bonito del pueblo es ver a la gente de año a año, una distancia medida para que todos te sigan ilusionando. 

Aún no he resuelto cómo irá vestida mi novia cuando venga al pueblo, pero ya estoy deseando llevarla.