Nantes y un después #6

En mi vida lo hice todo la noche de antes. Los deberes, mi último libro y nuestra boda. Esta vez me iba de Erasmus en unas horas y me puse a buscar en Google. Nantes, la ciudad más rara de Francia.

Ahora que la vivo no me lo parece tanto. Aunque hay partes de la ciudad que las hicieron por encargo. Como esos edificios al lado del río, ese banco de tantos metros, la gente. Aquí los mendigos te miran de una manera distinta: si no les das limosna, te la roban ellos.

También son raros los sueños. Cada mañana me despierto con el recuerdo de una vida que no viví. El otro día Ferrán Adriá estaba en el Vips criticando un batido de vainilla, y Junqueras gritando desde allá: “No me jodas, Odriozola”. Las que se quedaron dormidas fueron las Supernenas en nuestro primer capítulo de Mindhunter.

Con Lucía de protagonista, me dejaron una broma en la puerta de la habitación. Hombres con escafandras intentando salvar mi habitación, conmigo abajo, pagando 112€ en la recepción. Después hubo fiestas. Con Pilar y sus colegas bailando, con toda la gente glamourosa de Audencia. Hay veces que me creo un niño de diez años, pidiendo un titulito por haber quedado en séptima posición.

Lo más bonito fue cuando llegaron mis padres. Mi madre se puso a jugar conmigo en el futbolín de la universidad y pintó una Ö en una pizarra digital, mientras mi padre miraba los trenes por la ventana. También nos tumbamos juntos en los bancos de un parque precioso, de esos que dice Jimeno que quiere visitar. Con mis padres los viajes vuelven a lo esencial. Comer los mejores mejillones con salsa y patatas fritas del mundo, echarnos la siesta los tres en la cama de mi habitación. La vida es redonda si estás tumbado. Con tu padre al lado. Con tu madre al lado.