Últimamente los grandes acontecimientos me pillan jugando al tenis. En la famosa rueda de prensa de Zidane yo aún estaba en la red, y eso que nunca subo a volear. Cuando me enteré de la noticia yo también lo quise dejar; todo, la raqueta, y hasta la novia que ya no tenía.
Esta vez la investidura no me pilló en la red pero jugaba al tenis en quince minutos. Me cogió en mitad del desayuno, a la hora de siempre, sobre las 2 de la tarde. La viví con mi madre y la seguimos a su manera: por la radio y la tele a la vez, por si perdíamos algún voto.
Lo que más me llamó la atención no ocurrió ni en ese momento ni en el hemiciclo. La noche anterior Tomás Guitarte, el decisivo líder de Teruel Existe, no durmió en casa para llegar seguro a cantar su voto. Los días anteriores le cosieron a amenazas. A mí un verano me pasó lo mismo, pero curiosamente las amenazas me llegaron desde Teruel. Mientras un chaval me mandaba mensajes de muerte, yo dormía todos los días en casa. Ya me podían haber protegido como a él.
El suceso de Guitarte fue un arrojo de verdad en una política que cada vez es más de mentira, como el dinero y el fútbol. Son inventos ideados únicamente para ganar, porque la victoria es lo único que esconde la mentira. Todas las mentiras de Sánchez. Edu Madina cuenta que no lloraba por la política, sino por la obligación política de mentir.
La vergüenza es mayor cuando el fracaso también se intenta ocultar con la mentira. Es un discurso ya apropiado por la derecha. Fue descrito hoy por Casado, estrechándole la enhorabuena a Sánchez, tras meses y meses de juego sucio. Como cuando Casemiro felicita a Messi después de un Clásico sin tregua de patadas y pisotones. Un gesto normal y justificado cuando todo es de mentira.
Fuente imagen: 20 Minutos