Loquesí y loquenó #16

Lo que me ha hecho feliz y lo que no del inicio del mes de enero.

Lo que sí

Las rutinas. Hay algo de alivio en irse; porque cuando vuelves todo sigue igual. Las clases con Lucía, para repasar sintaxis y también nuestras vidas. Mi salón, listo otra vez para verme pensar. Jugar al tenis en cualquier rato. Comer los viernes en casa de mis abuelos. Estar con mis padres. Si miras bien hay belleza en la rutina.

Una sorpresa. El viernes por la noche quedamos todos en la parte de abajo de la casa de Joaka. Como dice su padre, un lugar ideal para cualquier cita clandestina. Timbas ilegales, contrabando de pistolas de balines y striptease. En mitad de todo ello apareció Monís con dos bolsas llenas de regalos, uno para cada uno, y eso que somos ocho. Los detalles definen, y a Monís siempre le escribiré como un tipo de los grandes.

Enero en la playa. A mi familia se le ocurrió hace poco empezar los años en la playa. Por lo típico: si tienes frío no te pongas el abrigo, coge un avión. Esta vez fuimos a Gran Canaria, y cumplí con todo lo que hacer en un viaje. Imaginé cómo hubiera sido con mi novia, fuimos a muchos restaurantes y miré al mar hasta que se me puso a decir cosas.

Sen Senra. En Tenerife descubrí a Novedades Carminha y en Las Palmas a Sen Senra. Además los conocí igual. A Novedades los vi primero en el Instagram de Raquel y a Sen Senra lo vi primero en el Instagram de Raquel. Los dos son gallegos y las dos se llaman Raquel. Aunque uno viene del barrio de Castrelos y a una de ellas la escuché por primera vez antes de subirme a un avión. Al principio volví a pensar lo mismo, no creí que luego les oiría tanto.

Las botas Chelsea. En Francia, qué desconsiderado, me pasé los días en Crocs, calcetines altos y pantalones de jugar al tenis. Así que volví a Madrid con la culpa en el armario. La rescaté de una caja de zapatos que me compró mi padre hace años. Dentro estaban unas botas Chelsea, las de Bob Dylan, según mi padre, y desde que empezó el año me las pongo todo el rato. Lo malo es que a veces las sigo combinando con mis pantalones de jugar al tenis.

Arroz con chipirones en su tinta. Mi madre dice que no le gusta cocinar pero lo hace de maravilla. Aunque justo en este arroz le ayuda Maribel. Lo sirve con dos tacitas para que se quede con la forma y al lado de los chipirones en su tinta. La tinta de los chipirones siempre me ha parecido un misterio, pero está tan buena que prefiero no preguntarme de qué esta hecha. Y acabar de comer en dos minutos con los labios negros.

Lo que no

El día triste. Volver a Madrid también ha hecho que recupere los sábados, el día más triste de todas mis semanas. Al menos creo que ya sé por qué. Si salgo el viernes me pongo triste porque quiero volver otra vez a esa noche, y si no salgo el viernes me pongo triste el sábado porque no salí. Me paso el día entero pensando, como si fuera obligatorio, y no hay nada peor que pensar con la obligación de pensar.

Acabar la universidad. Nunca me ha apetecido ser mayor. Por suerte, un amigo de mi madre me dijo ayer: “Te veo mucho más desarrollado en lo mental que en lo físico”. Yo me lo tomé como si fuese un Peter Pan en versión erudito. Este año acabo la universidad y yo no quiero porque eso implica acercarse a la vida de los mayores. Tener un trabajo normal, o lo peor de todo, trabajar.