Mis colegas y yo teníamos tantas ganas de que volviera la Liga que al final solo nos juntamos tres. Es lo que tiene esperar tanto: que ya solo quedan unos pocos. Fuimos a casa de Raúl, que es uno de los sitios a los que guardo más cariño cuando pienso en mis amigos. Allí he descubierto muchas cosas: a Raúl, por ejemplo. Que los colegas molan como las novias y que beber antes en casa de Raúl mola tanto como salir luego de fiesta.
El partido de ayer fue de todo menos una sorpresa. Tras tanto tiempo con el balón parado, los goles no podían llegar de otra manera. Un penalti y un córner. Del Sevilla-Betis me quedaron varias cosas. Reguilón tiene cara de chivato, Lucas Ocampos es buenísimo y Koundé necesita una revisión de look. Jimeno se destapó como un crítico feroz del Betis y lanzó la teoría de que el éxito de un futbolista depende de su nombre. Dijo que Raúl sería una figura más histórica si no se llamara así. Menudo nombre Raúl, repetía Jimeno, mientras se lo decía, sin darse cuenta, justo a Raúl.
Como el partido no avanzaba demasiado debatimos sobre por qué nunca ha habido chicas en nuestro grupo. Reunimos una buena lista de argumentos, secretos, eso sí. Y acabamos hablando sobre los romanos. Un argumento más. Yo ahí desconecté, no porque estudie Historia, sino por unos mensajes que me iban llegando. Los colegas molan tanto como las novias. Al menos en casa de Raúl.