Lo que me ha hecho feliz y lo que no de viajar con mis frens a León, Ponferrada y Gijón.
Lo que sí
Un recibimiento. La primera noche que duermes lejos de casa te sientes raro. Salvo que nos acoja Paula en su casa de León, la colega de Javi Marín. Aunque yo esa noche dormí con zapatillas, pantalón largo y polo de manga larga. Las casas resumen familias. La de Paula era justo como eran ellos: generosos, cariñosos, divertidos y con un espacio ideal para compartirlo. Un jardín verde y fresco, para hacer barbacoas y que corriera Noa.
Los amigos de Javi Marín son una maravilla, porque Javi también lo es. Se despierta cada mañana como Tyler Durden y solo tiene dos defectos: le gusta la mortadela y hace las cosas tan correctas que siempre lleva razón.
El bosque. Si no huyes en verano, cuándo. Por eso salimos hacia las Médulas. Y huimos hacia arriba. Los amigos se descubren cuando te pierdes en el bosque. Anochece, con la sudadera atada a la cintura y las zapas se te manchan de tierra. Saltas entre las ramas, bajas cada cuesta con la linterna del móvil y os ponéis a cantar tonterías cuando al fin tocáis carretera.
Comer así. En el norte no se puede comer en casa porque todo lo bueno está ahí fuera. En Asturias los menús incluyen tres platos y la cuenta es tan barata que te sientes mal en cada propina. La sidra es la única bebida con la que te emborrachas como sin querer, y la tarta de queso estuvo tan espléndida que en Gijón fue la primera vez que repetí postre en toda mi vida.
Un descubrimiento. Los he contado y tengo casi cincuenta defectos. Uno de ellos es que si estoy con mis colegas solo pienso en reírme. Y no pienso en si a ellos les parecerá bien. Esta vez tuve un aliado y fue Vladik. Un primo de Marce que se unió al viaje en León y en Gijón ya no quería que nos separasen. Me apoyó en todas mis bromas estúpidas menos en una, y me acompañó a restaurantes hasta en un río. Ya sabes Lilly, cuídate en tus batallitas militares que necesitaré guardaespaldas más pronto que tarde.
Otro recibimiento. Para mí Gijón más que un destino era un recuerdo. Como Cudillero, que más que un pueblo parece una foto de Instagram. Pero Natalia nos decoró la ciudad de nuevo. En la primera noche bebiendo, con la segunda cenando en el Tropical, y en la tercera, desde el helado del Regma hasta las preguntas en su azotea. Desde ahí arriba se veía todo, aunque poco de la ciudad.
Lo que no
No ganar al Istanbas. Ni a la pocha, y casi que ni al póker. Aunque intenté camuflar mis derrotas con una clasificación en la que sumaba mis segundos puestos. Jaime quedó el último porque es tan bueno y reúne tanta empatía que aún no está preparado para ganar dinero. Marce nos reventó a todos. Es el mejor a juegos de mesa porque siempre piensa con la cabeza. Yo he llegado a pensar con todas las partes de mi cuerpo. Marce además lo merecía. Ha sido el mejor anfitrión, para acogernos y enseñarnos Ponfe, y el mejor conductor, soportando mis tonterías y la música de traperitos argentinos que ponía Vladik.