Hay pocos motivos para interrumpir unas vacaciones y todos son un peligro, hasta el mejor de ellos. Cayetana Álvarez de Toledo volvió a Madrid por un despido. Pablo Casado leyó su entrevista en El País, se pellizcó esa barbita de pega y dijo en alto: “Se acabó”. Hasta en aquel momento pareció inofensivo.
Cayetana es una mujer brillante e indómita, con la lástima de haber dedicado su talento al mal. Para Casado fue un riesgo que terminó por salir por los aires. El líder de los populares cesó a Cayetana en un acto de autoridad despechada: lo único que podría decidir sobre Álvarez de Toledo era su despido.
En su trayectoria política Cayetana exhibió un feminismo amazónico y cometió dos torpezas de pesado recuerdo. El día que Marlaska le allanó el camino a la derecha con el corrupto cese del jefe de la Guardia Civil, nuestra protagonista distrajo al público llamando terrorista al padre de Pablo Iglesias. La segunda torpeza la mostró ayer. En las despedidas, y más en los despidos, se dice lo bonito y lo justo. Y si se alargan, que solo sea con besos.
Fuente Imagen: 20 minutos