Un equipo internacional de psicólogos liderado desde la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha presentado los resultados de un estudio que evidencia cómo nuestra salud mental se ha visto afectada por la actual pandemia de coronavirus.
Durante el pasado mes de abril un equipo internacional realizó un estudio online sobre salud mental. A través de una encuesta en redes sociales, en la que participaron 6.882 personas de 59 países, evaluaron posibles síntomas de ansiedad, depresión y estrés postraumático en relación con los niveles de restricciones y los cambios experimentados en la vida como causa de la pandemia de COVID-19.
Los resultados de la investigación se publican en el Journal of Clinical Psychology, y los firman investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Instituto de Investigación Sanitaria Biocruces, Fundación Ikerbasque (País Vasco), Universidad de Stanford, SRI International y Universidad de la Mancomunidad de Virginia (Estados Unidos).
Estos resultados muestran que durante la primera ola de la pandemia un porcentaje significativo de la población sufría síntomas moderados y graves de depresión (25,4%) y ansiedad (19,5%). “En cuanto a síntomas de estrés postraumático, el porcentaje ascendía a un 68.5%, lo que evidencia que para muchas personas la pandemia ha sido un evento traumático cuyo coste psicológico a largo plazo aún no podemos determinar”, aseguran Elisabet Alzueta y Juan Carlos Arango-Lasprilla, Investigadores de la UAM y directores del estudio.
Ciertas características demográficas pueden hacerte más vulnerable a sufrir estos problemas psicológicos. Al parecer, ser mujer, pertenecer a un país de altos ingresos, no tener pareja y ser joven, son factores de riesgo ante el impacto de la pandemia.
El hecho de que los más mayores siendo población de riesgo no sean los más afectados psicológicamente llama la atención de los investigadores. “Una posible explicación —detallan— podría deberse a que la edad está generalmente asociada a una mejor regulación emocional”.
Estudios recientes atribuyen la vulnerabilidad de los más jóvenes a lo que se denomina “infodemia”, término que proviene de “información” y “epidemia” para hacer referencia a la rápida y amplia difusión de información tanto exacta como inexacta sobre algo, en este caso la COVID-19.
Cambios relacionados con la pandemia
El contacto cercano con el virus (por ejemplo, haber tenido síntomas no confirmados de COVID-19), y los niveles más altos de restricciones impuestas por los gobiernos, están relacionados con peores resultados psicológicos. Pero, sobre todo, los cambios en la vida relacionados con la pandemia y el confinamiento, como la inestabilidad económica, las dificultades en la transición trabajo-casa y el aumento de las discusiones o conflictos con otros adultos en el hogar, están fuertemente vinculados a un mal estado de salud mental, siendo los mejores predictores de los síntomas de depresión y ansiedad.
“Nuestro estudio destaca la importancia de los cambios relacionados con la pandemia en la vida de la población general, especialmente en las esferas del trabajo y el hogar. Durante estos meses son muchas las personas que deben trabajar desde casa, lo que hace que el equilibrio entre el trabajo y la vida privada sea más difícil que nunca. La dinámica del trabajo debe ser ajustada a esta nueva realidad”, aseguran los autores.
Apoyo social
La pandemia también está cambiando el entorno relacional en el hogar. El estudio señala que la tensión económica y el aislamiento social durante los confinamientos pueden llevar a una escalada de conflictos y violencia en el hogar. “Como sociedad, necesitamos ser conscientes de este problema y proporcionar apoyo social a las poblaciones vulnerables durante estos tiempos tan difíciles”, comentan los autores.
En conjunto, los resultados demuestran que la pandemia de la COVID-19 no solo debe considerarse una emergencia sanitaria, sino que también supone una amenaza para la salud mental de la población general. “La pandemia nos sitúa en un escenario completamente extraordinario de incertidumbre en la que se combina la amenaza continua por el virus, información constante por parte de los medios de comunicación y medidas extremas por parte de los gobiernos”.
“Comprender cómo las medidas de aislamiento social tienen un impacto en el funcionamiento psicológico de la población es crítico de cara a responder a futuras olas —concluyen los autores—. Los gobiernos no sólo tendrán que sopesar los costos y beneficios a nivel económico y social de sus medidas, sino que también tendrán que integrar intervenciones de salud mental en sus planes de emergencia para brindar servicios que promuevan la salud de la población en todas las esferas”.