El mundo está un poco triste. Hasta la nieve, que vino tan bonita, de pronto fue dañina. Al menos leí que los deprimidos por naturaleza ahora se sienten mejor; ya no están solos. Saber que no estás solo siempre reconforta.
Un día que estaba triste, hace tiempo, vino un amigo a verme. Nos pusimos a hablar en una mesa. Sin las palabras dime qué nos queda. Hay amigos con los que sales de fiesta y otros con los que sales de la tristeza. Para estar triste el mejor lugar del mundo es Japón: dicen que allí la gente llora muy bien.
Mi colega sugirió que estar triste tampoco estaba tan mal. Te sientes como más protagonista de tu propia vida. Y es la excusa perfecta para actuar como un estúpido. Si estás triste, te lo perdonan todo. La palabra melancolía me da un poco de vergüenza porque solo la usan los frikis, pero esconde un sentimiento imbatible: melancolía es la felicidad de estar triste.
La humanidad no se curaría ni con un futuro mejor. En Sarajevo, con los francotiradores en los tejados, la gente luchaba por sobrevivir; después, cuando acabó la guerra, llegaron los suicidios.
De momento lo tengo claro. Si puedo ser feliz, prefiero serlo. Por eso me paso los días contando las horas para el viernes.