El otro día durante mi paseo matutino de los domingos por el norte de la ciudad, pude observar algo que a veces siempre estuvo delante de nosotros y quizás no supimos ver: la sencillez a ojos de la infancia.
Me encontraba en la meca del ocio juvenil en la actualidad, un lugar prácticamente inhóspito durante inviernos pasados debido al frío: una terraza. Mientras esperaba la visita de una amiga muy especial, mi atención quedó totalmente monopolizada por una conversación; ellos ante mi atenta y curiosa mirada debieron sentirse como aquellos años en los que estabas en clase y todo el mundo te miraba cuando tu nombre salía en un problema de matemáticas.
Una joven unidad familiar conformada por un padre y una madre con rostro preocupado y serio, paseaba dados la mano al ritmo que se pasea en un día libre. A su lado y con gesto risueño, sus dos pequeñas hijas de edades similares jugaban entre risas a encadenar palabras ante la última sílaba de terminación. Entretanto, los adultos encadenaban conversaciones protagonizadas por los estresantes problemas laborales del día a día en la ciudad que hasta en los domingos parecen nunca desaparecer. Hace poco, lo apodamos teletrabajo.
El conflicto era que su situación laboral no aguardaba una incógnita de un temario de matemáticas previo a un partido de fútbol en el recreo, sino uno real: el de tener la cabeza constantemente enfocada en un asunto. O por lo menos eso denotaba el padre que dejaba entrever su poblada barba por debajo de la mascarilla. La chica más pequeña de ambas debió sentir algo similar al no poder conjugar la palabra “deberes”, hasta que cayó en una posible solución:
-No sé conjugar la palabra deberes un domingo
-Pero eso… no rima, replicó la mayor
-Me da igual que no rime, esa es mi contestación
La madre intervino entre ambas y expuso:
-¿Y si la apariencia de lo complicado se encuentra en la conjugación de lo sencillo? No ha rimado, pero ha dado una respuesta creativa. Empate.
Continuaron bajando la calle mientras el padre seguía sin desconectar de su problema y su hija disfrutaba felizmente de haber firmado tablas con su hermana por su creativa respuesta.
En ocasiones deberíamos fijarnos más en los niños.