Ayer quedé con dos colegas y uno de ellos y yo avisamos: nos vamos prontito que juega el Madrid. Sobre las ocho seguramente ya no te hagamos ni caso con los nervios. El otro colega se quejó. “Claro, claro. Iros rápido, que tendréis que salir a calentar”.
Al acabar el partido me sentí más futbolista que antes del inicio. Con la cara roja, exhausto, sofocado, feliz. El Madrid ganó al Liverpool en un ejercicio cesarista. Vinicius le puso cara al triunfo. Zidane siempre ha dicho que lo más importante es quedarse ahí.
Woody Allen también lo dijo. El 80% del éxito consiste en haber estado allí. El Madrid siempre suele estar en esos sitios. Tras una temporada calamitosa el equipo se puede plantar en unas semis de Champions y en una gran final por la Liga. Solo por haberse quedado ahí, cuando todo ordenaba a la destrucción.
Vinicius ha sufrido un camino parecido, más pronunciado, al vivirlo con 20 años. Ha sido buenísimo, malísimo, medio bueno, medio malo. Pero también se ha quedado ahí. El jugador más acelerado del mundo esperó su momento.
En el amor pasa lo mismo. Los que mejor se enamoran son los que más esperan. Así que podrías quedarte ahí.