Despertarse tarde es una aventura. Que se lo digan a Hitler; el desembarco de Normandía triunfó porque se quedó dormido hasta mediodía.
En mi caso es una aventura rutinaria. Un ejercicio medido de adrenalina. Cuando te despiertas a la una sabes que casi todo ya ha pasado antes. Te levantas con el mundo patas arriba.
A los mensajes del móvil, que llegan como avispas, hay que sumarle todo lo que se sueña por las noches. Los primeros minutos del día los dedico obligatoriamente a repasar entre lo que es realidad y lo que no. Hay días realmente jodidos, como ayer, por ejemplo, que soñé que un colega perdía a su madre.
Demasiadas noticias para arrancar el día con solo un ojo abierto. Onrubia me escribió que Benzema volvía con Francia, mi madre puso que vacunaban a mi padre esa misma mañana. Mi madre suele entrar a mi habitación como a las 8 de la mañana para decirme algo; aún nadie sabe el qué. Sobre la una y media (ayer el repaso entre realidad y ficción llevó su tiempo) salí corriendo a la terraza con las lágrimas caídas y las zapas de tenis puestas.
Benzema volvía a la Selección.