Lo que menos me gusta del fútbol es cuando la gente se pone a analizarlo. Le quieren buscar explicación a las cosas más divertidas. Y no hace falta tío. Hubo peña que de tanto análisis culpó a Pedri del error de Unai Simón. Ese tipo de fallos solo se curan con insultos. Los ánimos quedan muy bien, pero si todo tu equipo viene a socorrerte es porque la liaste de lo lindo. Un insulto tiene un efecto infalible: harás lo posible para callar al cabrón que te insultó. A Unai Simón le debió insultar toda España, porque acabó siendo el mejor.
Casi lo mismo pasó con Morata. Le rayaron tanto estos días que su gol fue en proporción. Me decepcionó en la celebración. Yo hubiera aprovechado para recorrerme el campo entero haciendo cortes de mangas. España jugó un partido apoteósico; Busquets, y no otro, hizo a Modric mayor. Luis Enrique entiende de qué va esto: empezó enfadando a sus propios aficionados y ahora ya va por los rivales.
Los que analizaron el control de Benzema repararon en que pudo ser suerte. Joder. Otros lo examinaron con varios chillidos por todo Benicassim. El segundo partido del día fue una alegría y una tristeza. Eliminaron a Francia, pero perdió Karim. Yo aún no me he repuesto, y no creo que lo haga en todo el verano. Mbappé falló el penalti porque no pudo ejecutar el ritual previo: colocarse mal los pelos.
En las tardes de fútbol, en las noches y en las chicas. La mejor siempre es la última.