El Palacio de Oriente es un sitio muy bonito de Madrid. Cuando era pequeño mis padres me llevaban allí a tomar helado. A lo mejor por eso es un sitio muy bonito para mí.
Al Palacio de Oriente se puede llegar de dos maneras: en metro o en bici. El otro día fui en metro, porque si no está mi colega Guillorme no me gusta tanto ir en bici. El metro, pese a estar lleno de gente, es un sitio que siempre me ha relajado. El día del que os hablo vi al entrar al vagón a un chico y una chica que parecían tener una buena conversación. Apagué los cascos para escuchar. Aún no había oído nada de lo que decían, pero me llamaron la atención.
Los dos trabajaban en una multinacional y estaban un poco aburridos. Pero se hacían preguntas divertidas: “¿Quién es más feliz, Amancio Ortega o una persona normal?”. El chico lo tenía todo clarísimo. Para él la felicidad residía en estar tranquilo, no tener demasiada ambición y valorar justo lo que tienes, ni más ni menos. Comentaba que todo aquel que quisiera ser el mejor en algo lo tendría difícil para ser feliz. La chica yo creo que dudaba. A mí me dio que pensar.
Al llegar al Palacio de Oriente me esperaban Andrea y Alber y nos fuimos a tomar helado. Con Alber no había hablado nunca, pero también sabía que me iba a llamar la atención. Nos sentamos los tres en el césped, enfrente del Palacio, y comentamos un poco de todo. Por qué un chico y una chica que se gustan no salen juntos. Por qué alguien de repente te parece más guapo.
Dicen que Madrid es un agobio, pero tiene los mejores sitios del mundo para ponerse a pensar. Y muchos lugares en los que hacer pie.