Los árbitros que lloran

Hace dos lunes el fútbol vivió una escena histórica en Milán. Italia, una vez más, se confirmó como el laboratorio de lo bueno y de lo malo. Primero “futbolizaron” la clase política, con unos dirigentes más centrados en el circo que en las leyes. Y de pronto humanizaron la clase más delicada de todas: la clase arbitral.

El Milán se jugaba el liderato en casa contra el Spezia y todo un acontecimiento ocurrió en el descuento. En el minuto 92, el árbitro Marco Serra señaló una falta a favor del Milán justo cuando Rebic le entregaba un balón de gol a Junior Messias. Serra pitó con demasiada prisa y se olvidó de la ley de la ventaja, mientras el disparo de Junior se colaba por la escuadra. Gol anulado.

Un par de jugadas después, con el Milán aún sofocado por el error, el Spezia aprovechó una contra para marcar el 1-2 definitivo. El equipo de la región de Liguria venció en San Siro cien años después, para ira de los milanistas. Todo lo bueno y lo malo pasa en el noventa y pico.

Marco Serra se dio cuenta de su error al segundo. Rebic, que le protestó en la cara, lo vio en sus ojos. Y después de recriminarle con nervio le cogió con cariño de las mejillas. Serra terminó el partido y entró a vestuarios muy afectado. Dicen que llorando. Los futbolistas del Milán, con Ibrahimovic a la cabeza, fueron a consolarle. “Errores cometemos todos”.

Pioli, el técnico local, estiró el discurso. “El colegiado nos pidió perdón por su error. Todos nos equivocamos. Poco más podemos hacer”. Marco Serra reconoció su fallo y se disculpó. El Milán lo aceptó. Un hito en el fútbol, en el que los árbitros nunca admiten sus errores y jugadores, entrenadores y clubes no paran de protestar. El fútbol no necesitaba al VAR, sino ser aún más humano.

 

Fuente Imagen: La Opinión