Lo que me hizo feliz y lo que no del mes de abril.
Lo que sí
Dos partidos. El Gobierno, el Madrid y el Adarve comparten una cosa. Nunca les des por muertos. El voto de Alberto Casero, los errores de los porteros, todos los goles en el descuento. Cuando el Adarve empató al Compostela un aficionado rival se encaró con nuestra grada y ahí apareció Jimeno para hacerle frente. Lo que más ilusión me hizo del partido fue que vinieron su padre y él. También estuve con Jimeno después del Madrid – Espanyol. Quedamos para celebrar la Liga y algo mejor: descubrimos a Benzema cuando ni él mismo se conocía.
Dos chimeneas. El cumpleaños de mi madre lo celebramos al lado de la chimenea del Filandón. Fueron las únicas horas que descansó de su verdadero talento: hablar por teléfono realmente bien. Siempre se sale con la suya. En cada restaurante al que vamos cumple con su misión de probar las croquetas. Las de carabineros del Filandón son las segundas mejores. La mejor chimenea es la de nuestra casa de Castellar. Tras las obras pasó de ser una casa de pueblo por una de revista. Ahí volvimos a ver a Alejandro, que nos contó su historia mientras conseguía lo imposible. Nunca había visto a mi padre prestarle a alguien tanta atención. Las chimeneas no dejan ni un corazón en el freezer.
La vuelta de siempre. Los sábados que no queremos salir Marce y yo bajamos a dar la vuelta de todos los días. Un sábado de abril nos sentamos en un banco, buscamos un mapa del mundo y nos pusimos a contar todos los países en los que habíamos estado. Cuando acabamos con el mapa pensamos en qué parte de Madrid compraríamos una casa. Con una condición: ser vecinos toda la vida.
Dos puntos y una pareja. En abril por fin volvimos a la Ciudad de la Raqueta. La red de la pista de pádel es el único lugar en el que puedes vacilar a Marqos tranquilo; así te puedes esconder tras ella. Hizo un punto buenísimo, una dejada de revés a dos manos inalcanzable. El mejor punto de Picón fue en las cervezas. Dijo que hace poco vio a una chica muy guapa cuidando de sus hijos y él ya no se fijó en la chica, se quedó mirando lo guay que sería ser padre de esos niños. Con Cortegana gané en la pista pero hacemos mejor pareja por la noche. Justo esa noche nos vimos otra vez y fue como, joder, cuando estamos juntos el mundo parece que está bien hecho.
Un reencuentro y una idea. Raquel me hizo la mitad de la columna. Al vernos se paró sorprendida y con los ojos que se le ponen cuando está contenta: “Ehhhhh, hueles al Erasmus”. Luego dejó otra frase, antes de que llegara Lucía. “Mi vida ahora es como estar en Operación Triunfo, pero sin cámaras”. Lucía es una maravilla de chica. La única con la que no te tienes que preocupar de si llegas tarde. El reencuentro lo hizo posible Alba, que celebró su cumpleaños, probablemente el más multitudinario de la historia. Al volver a casa se nos ocurrió una idea. Para que aunque no nos veamos tanto sigamos unidos toda la vida.
Lo que no
La lluvia. La lluvia es un rollo sobre todo porque no te deja jugar al tenis. Aunque para algunos de mis alumnos cuando empieza a llover es como el momento en el que abres una lata de Coca Cola. Juegan al pilla pilla y a ver quién es el que aguanta más con todo lo que se moja. Otros cuando chispea se ponen felices y me dicen que así me pueden invitar a que vea sus casas. De mayor me molaría ser como mis alumnos. Pero en mayo mejor que no llueva.