Tercer premio del IV Concurso del Relato Corto de Peñagrande
Categoría adultos. Autor: Javier Espinosa Pérez
La brisa húmeda amortiguaba el sol del mediodía en la isla; miraba las piedras chocando, lentamente eran degradadas por la fricción y la corriente. Ante ella, el abismo del silencio.
«Ooootgro cgooorcho». Esta vez le cayó en la cabeza. La tortuga recogió aquel tapón con la boca y lo llevo hasta su montaña, «uno más para mi parque temático». Un suspiro ahogó en la garganta la pena que le rebosaba del corazón.
Se acercó, ya estaba dormido. Lo cubrió con el harapo que tenían por manta y se marchó.
Postrada en la arena, guardó la cabeza en su caparazón e intentó dormir. Era apenas mediodía, pero, si encontraba un rato de la tranquilidad, siempre cerraba los ojos.
Oculta en su coraza pensó lo rápido que se llega a normalizar una aberración así. Veía en ella la representación de la isla donde habían naufragado: un lugar conocido donde esconderse, que jamás sabría abandonar.
Caía la tarde y la despertó de su letargo un nuevo golpe: «ooootgro cgooorcho».
«¿De verdad, otro?»
Lo recogió, lo subió hasta la cima de su montaña y con lágrimas en los ojos dijo: «pellejo de vino, al final lo has conseguido… desde aquí arriba veo otra isla”.