Relato ganador del IV Concurso del Relato Corto de Peñagrande
Categoría adultos. Autor: Emilio Núñez Baena
La llegada del ocaso derramaba su manto sobre el lugar. Nadie debería estar allí, donde al abrigo de las sombras y la luz de fuegos fatuos acechaban extraños seres a la espera de capturar a sus desdichadas presas.
Presas como ellos, obligadas a correr y ocultarse lejos de aquel depredador que, parado en medio del sendero, oteaba a su alrededor, atento a cualquier indicio que pudiera desvelar su paradero. Mucho más alto y grande que ellos, la única posibilidad era escapar de allí.
Ana se había acuclillado tras unos arbustos. Echó un pie atrás para asentarse mejor, con la mala suerte de pisar una rama. El chasquido fue captado al instante por la criatura, quien miró en su dirección y dibujó una sonrisa triunfante antes de empezar a caminar. —¡Hora de cenar! —gritó de repente la madre de Julián.
La aventura había terminado. Aquel lugar sombrío volvía a ser el parque de siempre, con sus bancos, farolas y zona de juegos infantiles, y el temible monstruo había recuperado la forma inocente del padre de Alfonso.
Porque no hay nada que supere a la imaginación de unos niños a la hora de vivir trepidantes aventuras.
—¡Hasta mañana!