Conocí a Pepa Alcrudo allá por 2013, cuando ella ya participaba activamente en el grupo de educación de la Coordinadora por lo Público de Fuencarral-El Pardo (CxP), y donde había de caer como miembro de la AMPA del CEIP Infanta Leonor de Montecarmelo. Desde el principio pude comprobar su honestidad en la labor que desarrollaba, recalcando la importancia de atender a los niños y niñas desde la edad más temprana (desde los años 80 ya era un referente en el Colectivo Infancia), defendiendo la etapa 0-3/0-6 como un momento de vital trascendencia para los niños y niñas en su arranque educativo.
De ella conocí el Método Montessori, como un proyecto educativo horizontal en niños y niñas, que no entendía de clases sociales, y que fomentaba la independencia y el desarrollo personal libre en una cierta estructura, y que tanto nos agradaba escuchar de sus diferentes intervenciones. También, su infatigable crítica sobre un sistema bilingüe del que no se cansaba de reflexionar (nunca se quedó en la mera queja, sino que argumentaba, aportaba diferentes voces y dejaba que uno mismo llegara a sus propias conclusiones).
Además de compartir trabajo en la CxP, coincidí con Pepa en los primeros momentos del cambio de gobierno en la ciudad de Madrid, cuando Manuel Carmena nos trajo esperanza en el ámbito educativo a quienes, desde el movimiento ciudadano de base (asociaciones vecinales, AMPAs, plataformas, etc.) veníamos trabajando en su defensa y mejora de calidad desde hacía bastantes años. Ello nos permitió reencontrarnos en un espacio de trabajo bajo el paraguas institucional, como fue el del Foro Local de nuestros distrito (Pepa fue elegida vicepresidenta del mismo) y su mesa de educación, que coordinaba y promovía en su quehacer diario.
Decía Pedro Salinas que “el lenguaje es un leve puente de sonidos que el hombre echa por
el aire pasar de su orilla de individuo irreductible a la otra orilla del semejante, para transitar de su soledad a la compañía”. Así nos sentíamos muchos y muchas cuando hablábamos con ella, añadiendo, seguramente, La Paz y tranquilidad que transmitía cuando nos hablaba y, por supuesto, esa eterna sonrisa y enorme humor que tanto la caracterizaban.
Maestra, amiga, persona de enorme tallaje, referente para muchos y muchas que tuvimos la suerte de coincidir con ella, Pepa nos dejó su cercanía, su forma de ser pausada, reflexiva. Su mirada sincera, su escucha, su empatía hacia nuestros problemas y su gran honestidad. Un ser irrepetible del que guardaremos el mejor de los recuerdos.